Es difícil discutir sobre política sin caer en un eterno binario. Nos dicen que existen la derecha y la izquierda —una buena y una mala, dependiendo de a quién le preguntemos— y, si acaso, se tolera la existencia de un centro, concebido en términos geométricos como un punto medio en el espectro binario. Pero siempre habemos quienes después de mucho explorar terminamos incómodos con esas etiquetas.
En su libro The True and Only Heaven (cuya traducción sería algo como El verdadero y único cielo), el historiador y sociólogo estadounidense Christopher Lasch nos enseña que existe otro marco conceptual para pensar en política. Lasch rechaza los absolutismos morales que ambos lados buscan adjudicarse y pone a toda ideología frente a la pregunta definitiva de la modernidad: la pregunta del progreso.
El libro se subtitula El progreso y sus críticos, lo cual nos da una pista del camino inusual que Lasch se propone a explorar. Para el historiador la idea del progreso —con el socialismo y el liberalismo como sus principales exponentes— no está exenta de críticas. Es curioso ver cómo dos ideologías que se consideran enemigas mutuas en realidad parten de una idea común: ambas confían en que la ciencia, la industrialización y la razón humana nos llevarán a un futuro mejor.
Curiosamente, Lasch tampoco tiene paciencia con los reaccionarios, a quienes ve como una especie de progresistas inversos decididos a llevarnos hacia la misma falsa utopía, pero caminando hacia atrás. Es claro que Lasch se ubica a sí mismo junto a los críticos del progreso que cita en su obra, pero no lo hace como un reaccionario, sino como un escéptico. Lo que el autor critica son las suposiciones del proyecto progresista: más comercio, más consumo, más centralización, más Estado, más secularización y más derechos con menos obligaciones.
A su causa, Lasch recluta tradiciones intelectuales que lamentablemente no figuran en el discurso público moderno. El republicanismo clásico, la filosofía griega, el sindicalismo y el cristianismo en sus variantes más militantes proponen una versión más demandante de la buena vida que aquella que se basa en un incremento gradual de comodidades. Siempre controversial, Lasch sugiere rescatar las virtudes marciales y resignificar el ethos del pequeño productor, conocido como Yeomanry en el mundo anglosajón.
The True and Only Heaven o El verdadero y único cielo no es solo una curiosidad intelectual para mí. Vivimos en un mundo donde tanto liberales como socialistas y conservadores han fallado en construir una visión positiva; en crear una sociedad donde nuestra naturaleza más profunda se sienta en casa. Actualmente cualquier crítico de la Ilustración es sospechoso de ser fascista, pero si nos tomamos el tiempo de leer a Christopher Lasch y otros escépticos del progreso vemos que sus ideas no son imprácticas ni mucho menos primitivas. La visión republicana se centra en la comunidad, en la espiritualidad y en la convicción (tan necesaria hoy en día) de que la moral es inseparable de la política.
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