La verdad sobre el home office


Rodrigo Vidaurre_ perfil Casi literalHablar con honestidad sobre el trabajo o home office remoto nunca será fácil. Un tema que toca nuestro día a día de manera tan drástica casi siempre vendrá acompañado de pasiones. El partidario pensará antes que nada en su comodidad personal, mientras que el detractor se enfocará en la pérdida de productividad para la empresa.

Lo primero es admitir que ambos tienen razón. Como en casi cualquier tema, ningún análisis respetable puede partir de una polarización fanática. El partidario tiene razón porque el trabajo remoto sí representa una mejora sustancial e inmediata en la calidad de vida del empleado. Las horas de tráfico que el trabajador remoto se ahorra pueden ser invertidas en un sueño más reparador, en ejercicio físico o en tiempo de calidad con la familia.

Y aunque impopular, la ineficiencia que denuncia el detractor suele ser real. Se sabe que el trabajo remoto, sobre todo en puestos que no son de producción, se presta para distracciones. El no tener un supervisor físicamente presente vuelve fácil trabajar con un televisor encendido o YouTube en segundo plano, sin mencionar la enorme tentación de realizar quehaceres en horas laborales.

Más allá de esta obvia dicotomía, existen retos y oportunidades menos obvios que podrían enriquecer el debate. Por ejemplo, el partidario pudiera argumentar que el home office permite deslindar los recursos humanos de los físicos, haciendo posible trabajar desde cualquier lugar del país o incluso del mundo. Si bien el beneficio para el empleado es evidente, existe también un beneficio para el empleador, quien no solo tiene acceso a un pool de trabajadores más amplio sino potencialmente más barato. Aún menos obvio resulta el potencial descentralizador del trabajo remoto, el cual tiene el beneficio social de reducir el tráfico, la contaminación y el costo de las grandes ciudades mientras lleva actividad económica a poblados más pequeños.

Por su lado, el detractor puede abordar los aspectos más sutiles del bienestar psicológico humano. Si bien el trabajador remoto experimentará el alivio inicial previamente mencionado, el aislamiento constante y el nulo cambio de ambiente ejercen un peso mental que rápidamente puede convertirse en malestar y depresión, sobre todo en empleados que viven solos o no tienen buenos hábitos de trabajo. Asimismo, y por difícil que sea de admitir, la colaboración cara a cara es inherentemente superior a la virtual, lo cual puede traducirse no sólo en un ambiente laboral más pleno sino en oportunidades de crecimiento económico para el trabajador presencial.

Evidentemente, la pregunta no es si es mejor el trabajo remoto o el presencial, dado que ninguno va a desplazar completamente al otro. La verdadera pregunta es qué tan honestos estamos dispuestos a ser sobre las ventajas y desventajas de cada uno, y qué tanto estamos listos para sacrificar. Tanto empleado como empleador deben entender la verdad inescapable de que toda recompensa acarrea un costo y, con ello en mente, sentarse a negociar acuerdos que indudablemente serán diferentes para cada caso.

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