El Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá marcó mi vida. Luego de recibirlo en cuatro ocasiones —por novela y teatro— decidí no volver a concursar y buscar otras maneras de expresarme artísticamente. Sin embargo, cada año el anuncio de los ganadores provoca en mí un sinnúmero de sentimientos encontrados. Escribiendo este artículo quise convertir esos sentimientos en pensamientos y reducir esas contradicciones en una línea argumental clara. Pero la literatura, el Miró y su significado para el pequeño y privilegiado mundo literario panameño son demasiado complejos como para pretender que las puedo convertir en una sola masa de harina blanca.
En noviembre se anunciaron los ganadores y jurados de la edición 2020 de este concurso que luchó contra la pandemia para poder —repitiendo el cliché periodístico— galardonar a escritores de teatro, novela, poesía, cuento y ensayo. Diferente a otras versiones, el jurado nacional e internacional del año pasado fue predominantemente femenino. Y es que ya no hay excusa para invitar a jurados que no representen el perfil de la sociedad.
El mínimo requisito para formar la mesa de jurados debería ser que refleje la realidad de que la mitad de la población es mujer. Habiendo logrado esto le queda pendiente al Miró la tarea más compleja de lograr una representatividad más integral en esta mesa. Esto suena a donut sin hueco en un país donde se hablan por lo menos diecinueve lenguas y el Miró (y todo el entramado de expresiones artísticas oficiales) solo admite una lengua: el español. Pero como dice una colega, hay que pedir porque uno nunca sabe si la abuela está a punto de repartir.
Así que tiro mi deseo al aire: el Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró necesita llevar a la mesa de jurados a expertos en los diferentes géneros literarios que representen a los diferentes grupos étnicos, edades, orientaciones sexuales, ideologías políticas y personas con experiencias vividas de vulnerabilidad que tejen los hilos de nuestra sociedad. Esta representatividad permitiría que otras perspectivas y voces sean consideradas como válidas, aumentando la posibilidad de inyectar innovación y frescura en nuestras expresiones artísticas.
Claro, a corto plazo, esto no evitaría que la cantidad de concursantes deje de ser predominantemente hombres que siguen cierta línea tradicional de lo que es literario. En efecto, a pesar de la variedad dentro de los jurados, 2020 se destacó nuevamente por la inquietante concentración de ganadores masculinos (cuatro de los cinco escritores). Pero, a largo plazo, reconocer, valorar y promover la variedad de jurados (que en el año en mención solo se promovió a uno: Sergio Ramírez) puede darle señales a un grupo más variado de personas de que las puertas están abiertas para propuestas literarias que se salgan de la raya.
2020 también se destacó porque la ganadora en la sección teatro, Indi Lucía, es la primera mujer afro trans en ganar el concurso. Indi Lucía es una artista multidisciplinaria que se ha destacado en televisión y el diseño gráfico. Su obra ganadora, Despertar en el abismo, aún no ha sido publicada o estrenada, pero su autora nos explica que el texto «nos habla de una grave descomposición social que se hace latente en las vivencias de cada uno de los personajes. Atormentados por diversas circunstancias, que van de la prostitución preadolescente, graves carencias económicas, psiquis afectadas por agudos conflictos sociales o un nulo apoyo institucional que sirva de refugio a los más débiles, los personajes intentan enfrentar y trascender sus severas limitaciones a través del amor, la solidaridad, la violencia o la fuga».
El premio en teatro viene acompañado de un presupuesto para su puesta en escena. De esto nos comenta Indi Lucía que «el texto no pretende apoyarse en complejas escenografías, audaces técnicas luminotécnicas o efectos de ninguna especie. Hay cierta desnudez con relación a este texto que deja el mayor peso posible en los actores».
No tengo la información para evaluar las razones de este esperanzador logro de diversidad de voces en el Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró de 2020, pero lo que sí sabemos por la evidencia a nivel internacional es que para que esto siga pasando se necesita repensar formalmente este tipo de concursos desde una perspectiva donde la representatividad e inclusividad sean sus principales pilares.
[Foto de portada: Ministerio de Cultura de Panamá].
†