Hace dos meses me añadí a la lista de subscriptores de GPT-4o. Para mi trabajo de economista, yipití me ahorra lágrimas. La limpieza de datos, el análisis descriptivo de cada variable y la búsqueda de patrones en respuestas a entrevistas me toma decenas de horas cuando uso software como Dedoose, SPSS y Excel. Con la nueva plataforma conversacional de Open AI financiada por Microsoft, proceso datos en un par de minutos… Claro: esto requiere de décadas de experiencia tejiendo las preguntas precisas, anticipando cuáles serán las limitaciones de las bases de datos que manejo y entendiendo profundamente los conceptos más básicos de estadística, econometría y metodología de la investigación.
Pero cuando le pregunto necedades a yipití, recibo necedades de vuelta.
La inteligencia artificial se promociona como un substituto a la experiencia, conocimiento e intuición humana. Mi mente de tiza y papel quiere decir que esto me aterra. Si esto llega a ocurrir, estamos destinados a una hecatombe. Pero en realidad, esto no pasará.
Por ejemplo, las universidades han estado respondiendo rápidamente a estos cambios, incentivando tanto a estudiantes como a su facultad a integrar esta tecnología en sus clases. Así como el ábaco, los tenedores y las calculadoras fueron disruptivas y temidas, la inteligencia artificial eventualmente se integrará en nuestra cultura. Pero esto no reduce mis temores. Expertos en el tema nos advierten de que hay problemas de abuso de propiedad intelectual y de sesgos de género y etnia en estas aplicaciones. Por una parte, yipití literalmente usa el contenido de libros, páginas web, periódicos y otras fuentes sin pedir permiso ni pagar a sus autores, bajo el principio de «uso justo».
Y con esa excusa justifican cobrar por este servicio sin pagar todos los costos de lo que producen. Aún más preocupante es que el uso de inteligencia artificial en investigaciones policíacas esté plagado de falsos positivos donde personas negras, por ejemplo, han sido acusadas, arrestadas y arruinadas por la desidia y el racismo de los creadores de esta tecnología. Ellos prometen cambios a diario, pero mientras tanto gente como yo sigue siendo acusada, arrestada y arruinada a diario. Y Microsoft sigue cobrando.
Y luego están las historias de compañeros y compañeras que han escrito cuentos y novelas completas de «copy/paste» usando yipití y las han presentado a concursos literarios.
El texto que presento en el párrafo de abajo fue producido con esta plataforma microsoftiana. Le pedí a la plataforma escribir «un artículo original de 100 palabras que tenga el mismo estilo que Javier Stanziola utiliza para la revista centroamericana (Casi) literal». Parece que las instrucciones no fueron claras y recibí un artículo sobre Javier Stanziola. Aclarada la confusión, el artículo fue sobre (Casi) literal. Una tercera aclaración produjo un artículo sobre lo bella que es Managua. Al recordarle que Javier Stanziola escribe sobre la diversidad sexual, política, economía y literatura latinoamericana, yipití produjo este texto:
En las sombras de la selva literaria centroamericana, emergen voces que rompen el silencio. En El beso de la mujer araña de Manuel Puig, la fragilidad y la fortaleza coexisten en una danza dolorosa. Las identidades queer desafían las normas en una sociedad que se empeña en invisibilizarlas. Los personajes, como espejos rotos, reflejan una realidad compleja y cruda. En Maurice de E. M. Forster, la lucha por el reconocimiento y la dignidad se convierte en un grito sordo. Así, la literatura se convierte en trinchera y refugio, en un canto liberador para las almas que buscan su verdad.
Por mucha inteligencia que tenga, parece que el conocimiento geográfico no entra entre sus habilidades. Hablar de Puig y Forster como ejemplo de literatura centroamericana es un error de gente blanca privilegiada que estudió ingeniería y nunca se ha leído una novela o nunca ha salido de su país. Y hablando de racismo, no trago que yipití nos llame selva. Por otra parte, confieso que me preocupa que la aplicación haya notado mi uso recurrente de palabras como invisibilizar y el uso de imágenes endebles como espejos rotos.
A pesar de todo eso hay que actuar y unirse al enemigo. La inteligencia artificial está aquí para quedarse. Podemos quedarnos sentados en una esquina lamentándonos de sus sesgos y poco respeto a procesos de investigación y creación literaria, pero los que no se quejan están alimentando la nube que mueve a esta tecnología. Estas personas están diseñando el futuro.
Si Microsoft me llama mañana para ayudar a reducir sus sesgos, dar mejores pistas de cómo usar el análisis de datos y cómo generar, editar, entender y valorar procesos literarios, allí estaré.
Le pregunto a yipití cómo terminar este artículo. Como buen hombre blanco que se valora más de lo debido me dice que escriba que es una herramienta innovadora para enriquecer la narrativa literaria contemporánea.
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