El comercio llega más lejos que las balas


Darío Jovel_ Casi literalEl acero de las legiones romanas nunca pudo llegar más allá del desierto de Arabia. Los soldados marcharon y murieron en guerras que dejaron más muerte que prosperidad al Imperio. Pero sus monedas, su comercio, conquistaron India y Sri Lanka, y sus mercaderes exportaron productos hasta la lejana China sin saber siquiera que esta existía. Las fronteras han sido mapas cada vez más difíciles de expandir y de mantener por medio de la fuerza; pero el comercio, en cambio, hizo que fueran más fáciles y baratas de conquistar.

A finales de la década de 1960 China fue una nación cuya grandeza pasada parecía ser sólo un mito. Las personas morían de hambre. Quienes no buscaban comida entre la basura ya habían muerto en las innumerables guerras ocurridas durante el siglo de la humillación. Fue entonces cuando decidieron explotar el único recurso que aún les quedaba: una vasta mano de obra. Se dispusieron a llenar el mundo de productos baratos y hoy China es lo que es. Parece estar más cerca de su pasado imperial que de su historia inmediata plagada por la miseria.

No todos los países son ganadores del comercio. Y si bien es cierto que no es la receta perfecta, es un medio más efectivo que las guerras y el uso desmedido de la fuerza para conservar la paz y crear riqueza. Alemania aseguró su frontera occidental —esa misma  donde libró guerras durante más de dos siglos— usando el comercio como arma.

India —que en la antigüedad, se sospechaba, era una tierra llena de maravillas— entendió que si sus propios consumidores eran incapaces de generar un mercado doméstico, podían venderle al resto del mundo. Es posible superar la pobreza usando el dinero de quienes ya lo tienen.

En vez de sembrar muerte y devastación, el comercio tiende hilos invisibles entre las naciones, entrelazando sus destinos en una danza de mutua necesidad. Donde la guerra arrasa campos y reduce ciudades a cenizas, el intercambio de bienes y servicios las reconstruye desde cero. Cuando las manos se extienden para negociar se desarma el puño que busca imponer su voluntad y en ese gesto de cooperación nace una paz más duradera, tejida con el oro de la riqueza compartida. La guerra destruye; el comercio, por el contrario, edifica mundos enteros y multiplica vidas en vez de destruirlas.

El comercio como llave que promete abrir las puertas de una paz mundial duradera. Puede parecer una utopía, un ideal que se escapa entre los dedos de la realidad —y en efecto, lo es—; sin embargo, cuando se compara con la brutalidad de las armas y el caos de las guerras, el comercio se revela como un camino más firme hacia la prosperidad y la concordia entre las naciones. Aunque no garantice una paz perfecta, está mucho más cerca de tejer la armonía que tanto anhelamos.

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