Las cortes internacionales como la Corte Penal Internacional (CPI) pretenden tener un rol en la búsqueda de justicia por —por ejemplo— crímenes de guerra. Sin embargo, su efectividad es debatible cuando los países responsables de las guerras no reconocen su autoridad y sus fallos son solo papel mojado. Las condenas de la CPI contra líderes como Vladimir Putin y Benjamin Netanyahu son ejemplos tan recientes y evidentes de esta realidad.
En 2023 la CPI emitió una orden de arresto contra Vladimir Putin por crímenes de guerra relacionados con la guerra de Ucrania: un movimiento simbólico, dado que Rusia no es miembro de la CPI y no reconoce su supuesta autoridad. Del mismo modo, Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, enfrenta una orden de arresto por violaciones de derechos humanos en Palestina aunque de nada sirve: en Israel, como en Rusia, no tiene valor la palabra de la CPI.
Este escenario señala una realidad deprimente: en un mundo donde la voz de algunos países prevalece sobre la de otros, la justicia por crímenes de guerra es inalcanzable. La capacidad de la CPI para imponer justicia se ve limitada por la poca (por no decir nula) cooperación de los estados poderosos. Las naciones que no reconocen la CPI pueden evadir las consecuencias legales, lo que crea una disparidad en la aplicación de la justicia internacional.
La situación amerita la necesidad de hacer una reflexión profunda sobre la naturaleza del poder y la justicia global. En muchos casos, solo los perdedores de los conflictos son llevados ante la justicia internacional, mientras que los vencedores o los poderosos eluden las consecuencias.
Este desequilibrio socava la credibilidad y la eficacia de las cortes internacionales, perpetuando un ciclo de impunidad originado en el génesis de la humanidad. Por el momento una persona puede hacer las guerras que desee, matar o provocar la muerte de cuantos humanos desee y mofarse de sus acciones colgándose a sí mismo una medalla mientras tenga una bandera lo bastante poderosa detrás suyo. Porque en las guerras, mientras se esté del lado ganador, parece que todo es permitido y que las consecuencias son inexistentes.
[Foto de portada: Valeriano Di Domenico. Foro Mundial Internacional]
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