Próspero año nuevo…
Arranca enero y viene cargado de mensajes que desean un próspero año. En mi caso, mi enero tiene largas listas de útiles escolares encarecidas por los porcentajes de ganancia que ofrecen las editoriales a las instituciones que a cambio de un tipo de contrato de exclusividad, firman compromisos para garantizar que únicamente se utilizarán sus productos.
El enero de Jacky comienza con la gran disyuntiva entre quinientos quetzales que le ofrecen en la Terminal por ayudar en las ventas o seguir asistiendo a la aburrida escuela. Pero el enero de Jacky también va acompañado por el primer mes del año de María José, su mamá, quien desde que mataron a su esposo por no pagar una extorción como chofer de la ruta 40R, hace milagros para sobrevivir lavando ajeno, cocinando, limpiando y presentándose en cuanto quehacer le ofrezca la ocasión por ganarse unos centavos.
El enero de Marta María se vislumbra con la vuelta al banco donde labora para así poder pagar las cuentas necesarias y donde también se reencotrará con un un par de amigos que hacen agradable o soportable la labor. Pero Marta María también reconoce sus cada vez menores expectativas pues se acerca más al límite de tiempo que permanece un empleado promedio dentro de la institución.
Enero para Julia es siempre lo mismo, igual a mayo o septiembre. Es levantarse a las tres de la mañana el martes de cada semana para juntar agua durante las únicas dos horas que ésta llega, llenar cuanto recipiente se pueda y luego la magistral tarea de hacer que alcance para los cuatro miembros de la familia durante una semana; tarea que conlleva restricciones sobre la cantidad de veces que cada uno podrá bañarse y la forma en que se podrán asear, sin olvidar el control estricto para que alcance y hervirla para poder tomarla tranquilamente.
Con toda la propaganda invitando a mantener una actitud superficial y sicóticamente positiva, considero necesario hacer un análisis crítico sobre la realidad a la que pertenecemos y construimos aunque algunas veces no se quisiera reconocer, cayendo en la tentación de la irresponsabilidad.
El enero de muchas familias guatemaltecas comienza como terminó diciembre. No quiero dar la falsa idea de que debemos enfrentar un nuevo año con la cabeza agachada y sintiendo que el porvenir se nos vino abajo, únicamente deseo tomar las cosas con una perspectiva, desde mí punto de vista, realista y que me haga saber en dónde estoy parada para poder tomar impulso, y por supuesto, seguir adelante con la mayor energía posible pero sin ignorar que tengo la responsabilidad, adquirida al reconocerme miembro de este todo que conforma la humanidad, de tomar conciencia de la realidad guatemalteca para que mis esfuerzos lleven implícita una razón social que me dé la oportunidad de contribuir en el cambio que haya que propiciar, para que en el futuro, podamos tener un próspero año nuevo basado en un mundo más equitativo para todos.
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