Moi: una visión cinematográfica del instinto


Leo de SoulasLuego de leer Pavloviana. La perra, la escritora guatemalteca Carolina Pineda me sorprende de nuevo con su nuevo texto Moi, un relato demasiado corto, demasiado sintético, pero hilvanado con imágenes tan sugestivas que inevitablemente dejan su impronta en el lector.

Esta muestra de narrativa corta está apenas dividida en dos capítulos. El primero de ellos se divide, a su vez, en seis pequeños cuadros; mientras que el segundo está conformado por uno solo. Cada uno de estos cuadros está subtitulado con palabras distorsionadas que hacen juego con la distorsión de la realidad de cada uno de sus contenidos. Así, es posible apreciar teieemepeo como una distorsión de la palabra tiempo; peaelebeerea, como distorsión de palabra; o ageoeneia, como distorsión de agonía.

El título mismo, Moi /moi/ o /muá/, como el pronombre francés—, hace alusión al yo, a la subjetividad en este viaje onírico y surrealista hacia la interioridad del ego. Moi es una mujer que nos deja entrever, o que más bien nos revela, una orgía de apetitos sexuales primitivos revestidos de pulsaciones violentas bajo las cuales sucumbe con placer, con odio, con rencor reprimido. Lo más admirable dentro de este relato, desde mi punto de vista, es el desdoblamiento de la protagonista, que va más allá del uso del perspectivismo como recurso literario. No es que la historia se cuente desde diferentes ángulos, sino que el personaje mismo se desdobla en una especie de limbo temporal en el que nunca sabemos con certeza si está muerta o si está viva, si está en el presente o si está en el pasado, si la narración se mueve del pasado al futuro o del futuro al pasado, si los hechos ya acaecieron o si son una premonición. Es la misma Moi que se desdobla en ella misma para explicarse en distintas etapas de su vida, en otros personajes; y en su antagonista mismo: el hombre, el macho, el amante; para experimentarlo concupiscentemente en su propia piel.

Un mismo hecho cobra dinamismo por este mismo desdoblamiento: un hombre masturbándose ante la tumba de su amante; ella, levantándose de entre los muertos para irse a masturbar a lo largo de una tumba; una perra famélica impidiendo que los amantes se unan. El mismo hecho contado por la boca de los tres: Moi, el amante, la perra.

Varias imágenes recurrentes constituyen motivos que se desarrollan a lo largo del relato: cuchillos forjados en el desierto, brazos amputados como sacrificios de amor, agujas de relojes que se vuelven cuchillas, trenes descarrilándose a altas velocidades, fantasmas melancólicos a las orillas de puentes. El poder evocador de la imagen es superlativo. La organización y sucesión de ellas es acelerado, como el ritmo de una película surrealista que quizá nos hagan recordar a El perro andaluz, pero con motivos que se acercan más a escenas del expresionismo alemán.

Rompimientos abruptos del tiempo que sitúan la espacialidad y la temporalidad del relato en un lugar incierto. Así es posible ver a Moi rememorando el futuro desde algún momento del pasado o teniendo premoniciones del pasado en algún momento del futuro.

«teieempeo» es el cuadro que abre el relato. Moi, desde la muerte, parece rememorar la angustia que sintió al verse encinta sin saber quién es el padre: si el marido proxeneta o el suegro abusador. La angustia llega a límites desesperantes ante el hurto de un reloj que simboliza la imposibilidad de detener el tiempo; su eterno curso asesino incapaz de detener nuestro final.

«eseepeuleteuerea», el segundo de los cuadros, muestra al amante ante el sepulcro de Moi, donde todavía puede apreciar su cuerpo a través de un agujero que apenas está recubierto de hojas secas. Se masturba frente a la sepultura mientras el espíritu de Moi surge de su propia sepultura para terminar masturbándose en otra tumba mientras que una perra hambrienta es testigo de la escena.

«peaeleabeerea», tercero de los cuadros, es un paralelo entre el encuentro de un hombre frente a un cinematógrafo y el encuentro de Moi en un pasado remoto en el cual servía como ramera en un burdel luego de haber sido vendida por su condición de inmigrante. En ambos planos el hombre ofrece como sacrificio de amor la mano derecha cortada.

«eleégeaemeo» es una historia contada desde el pasado, cuando Moi todavía no nacía, remembranza hacia el futuro de la premonición de su muerte. El recuerdo de su viaje en tren se pierde en la lejana época embrionaria y es desde ahí que puede contemplar su futura muerte, en un tren descarrilado, en el que viaja con el amante a quien solo desea matar luego de hacer el amor.

«efeaeneteaeseemea» es el relato clandestino entre Moi y un triste fantasma sordomudo a quien invita a su casa en una tarde lluviosa. Ella interpreta la llegada del hombre como un regalo caído del cielo junto con la lluvia, y él, en agradecimiento, se corta la mano derecha y se la da en ofrenda. Al final, el lector cae en cuenta de que se trata de la grabación de una película y la historia cierra con un elemento cómico que rompe con la idealización de la escena.

«ageoeneia» es un extraño cuadro de Moi copulando con un hombre, quien se corta la mano derecha luego de que fue succionada por la vagina. En este cuadro el placer del sexo se confunde con el dolor y con la angustia de la muerte.

«Vida remota» es el último cuadro que completa todo el capítulo II. Esta es una síntesis de lo sugerido en los cuadros del capítulo I. En ella se urden diversos elementos establecidos con antelación y dan el sentido de unidad a la historia, visto desde mucho tiempo antes de que los hechos sucedan.

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