Xypna: una aproximación a lo divino


LeoDefinitivamente la música y el movimiento son dos de los lenguajes más abstractos e irracionales; sus dardos se disparan directo a la intuición y a la sensibilidad del público que esté dispuesto a zambullirse en la aventura de sus propios discursos. Si usted pretende asistir a un espectáculo de danza contemporánea tratando de analizarlo fría e intelectualmente; o si bien, pretende construir una historia lineal y episódica, no piense encontrarlo jamás en los espectáculos de danza contemporánea.

Afortunadamente, la danza contemporánea es una aventura que se debe vivir en caliente, sintiendo cada gota de sudor que deja el bailarín experimental en el escenario; viviendo la experiencia con la misma visceralidad y arrojo con que el intérprete deja la vida en el espacio. Nada más alejado al arte figurativo que muchas personas desean ver cuando ocupan la butaca de un teatro.

Asistir a Xypna (Despierta) es introducirse a la aventura con revuelos místicos que nos propone la compañía de danza contemporánea Oxymoro, originaria de Chile, en su segunda gira por Latinoamérica que incluye, entre otros países, visitas a Paraguay, Guatemala y Costa Rica. Ya en su primera gira el grupo ha visitado Colombia, Ecuador y México. Debido a su precisión técnica, pero, sobre todo, a la construcción abrumadoramente orgánica de su discurso escénico, es una pieza que merece la pena ser apreciada por el público en más de una función.

Producciones Kin tuvo el acierto de contactar a esta compañía y presentarla en el Teatro Roma de la bella ciudad de Quetzaltenango. Además, como parte del intercambio, algunos grupos de danza de la ciudad altense tuvieron la oportunidad de recibir un taller de una semana dirigido por Oxymoro. Lamentablemente, la función que tenían programada para la Ciudad de Guatemala fue cancelada. Sin embargo, en los próximos días la compañía estará viajando a Costa Rica, donde ofrecerá algunas presentaciones.

La voz griega xypna es una invitación, un imperativo, a despertar de la inconsciencia en la que hemos vivido. A través del imbricado lenguaje del movimiento, el grupo nos sugiere buscar en lo más profundo de nosotros mismos el camino hacia la espiritualidad. Aunque la compañía contextualiza esta necesidad de liberarnos espiritualmente luego del encierro y las restricciones vividas por la pandemia de COVID-19, mi interpretación personal de Xypna ha ido más allá de este suceso: el retorno a nuestra esencia espiritual es un mandato al que, como humanidad, debemos volcarnos de manera urgente para no sucumbir en un mundo de materialismos, superficialidades, religiosidades vanas y llenas de supercherías. De ahí que el espectáculo adquiera visos universales —y, ahora más que nunca, actuales— ante la crisis mundial que hoy en día se vive.

El espectáculo parece desarrollarse en una especie de fiesta electrónica en la que un disyóquey mezcla música. Desde el inicio se hace muy clara la calidad del movimiento. La dinámica corporal se va desarrollando en frases bastante ricas y en oposiciones cargadas de elementos semánticos que le otorgan variedad y contrastes insospechados al juego coreográfico. El uso de niveles corporales y la composición estética no es descuidada en ningún momento. Especial atención merece la carrera de la vida, en la que el público ve, de una forma muy clara, esa maratón en la que estamos obligados a competir por encima de los valores y los escrúpulos más elementales.

Pero el verdadero platillo fuerte de los cuarenta o cincuenta minutos de espectáculo de Xypna, ese clímax orgásmico que inquieta y conmueve, se alcanza cuando los intérpretes nos llevan a la realización suprema de la experiencia mística. Es posible vivir, junto con los danzantes, esa comunión con el prohibido mundo de la divinidad. La atmósfera se carga de energía sacra y el cubo escénico queda convertido en ese espacio sagrado tan añorado desde las bacanales griegas hasta los postulados de Antonin Artaud.

Xypna ofrece una experiencia estética completa que toca los lindes de lo deifico. No es posible regresar igual luego de esa experiencia. Cuando el espectáculo es capaz de producir esas sensaciones, de reproducir esa experiencia de «apertura» sin necesidad de recurrir a ningún tipo de sustancia psicotrópica, es cuando el teatro cumple con su función superior de transformar la existencia.

Merecidos aplausos merecen Ioanna Kerasopoulou (directora general, coreógrafa e intérprete), Fernando Núñez (productor general e intérprete), Paula Hofmann (músico e intérprete) y Pascal Melnick (asistente de coreografía e intérprete) que juntan sus sinergias con el desinteresado fin de mostrar y compartir su portentoso trabajo que merece ser recordado para el futuro. Salud por ellos y por su arte; y ojalá que muy pronto vuelvan por estas latitudes en las que, sin duda, serán recordados.

[Fotos de portada y de galería: cortesía de Compañía de danza contemporánea Oxymoro]

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