Hace ya cuatrocientos años, la leyenda cuenta que un mismo 23 de abril de 1616, fallecen tanto Miguel de Cervantes Saavedra como William Shakespeare. De niña, esta curiosidad me parecía absurda, milagrosa. “¿Cómo es posible que nos abandonen los genios de un solo plumazo?”, recuerdo haber pensado. ¿Será que tienen fecha de expiración?
Todavía hoy, con más información, me sigue pareciendo algo sorprendente. Es solo que ahora me parece también triste, deprimente. Los genios no viven para siempre, pero su memoria debería hacerlo; y, para genios de esta magnitud, cuatrocientos años debería ser una razón para celebrar. Excepto que no lo es. O, al menos, no lo es para los dos.
Shakespeare lleva todas las de ganar, siempre ha sido así. Sus obras han sido llevadas al cine en numerosas ocasiones, sus frases son comúnmente citadas y el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, ya anunció que este año entero sería dedicado en cuerpo y alma a la conmemoración de la muerte de su autor más importante. Mientras tanto, sobre el legado de Cervantes y las celebraciones en su honor no hay más que silencio. Nunca he visto una película basada en sus obras, aunque sé que hay algunas. Mucha gente repite sus frases sin saber siquiera de dónde provienen.
En el fondo, pensaba yo mientras leía una noticia sobre la falta de homenajes a Cervantes, nosotros tenemos suerte. En Centroamérica hablamos español y aprendemos el inglés en las escuelas, aunque sea a regañadientes. Leemos tanto a Cervantes como a Shakespeare, o al menos, nuestros profesores intentan que lo hagamos.
Yo siempre fui de las que hacía caso. Leí Don Quijote de la Mancha a los doce y lo odié, como toda persona sana. Nadie debería leer el Quijote a los doce; nadie. Curiosamente lo leí de nuevo a los dieciséis y me enamore de él, casi tanto como me enamoré del monologo de Hamlet y los chistes de Mucho ruido y pocas nueces.
Shakespeare y Cervantes. Este año los celebramos a los dos. Deberíamos celebrarlos por igual, pero hasta en eso la preparación de los ingleses es mucho mejor que la de los españoles. Escucharemos mucho de Shakespeare, casi nada de Cervantes. Para mí, sin embargo, no hay diferencia. Dicen que no se puede querer a dos personas por igual, pero creo que eso no aplica para los escritores. Yo los quiero a los dos y me rehúso a escoger. Punto.
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¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?
Mi querida Lissete: Tus comentarios son cálidos y dulces y este no es una excepción. Sólo me atrevo a agregar que la única gloria que persigue un escritor es ser leído… El único amor que busca es el del corazón del lector y el único homenaje deseado es que se conserve su obra en el corazón de la gente (y si es posible en alguna biblioteca). En ese sentido, nuestro Cervantes no tiene nada que envidiarle a ningún otro autor en el mundo… al menos tú lo has honrado suficiente.
Alguna vez escuche esta frase: «Jamas he oido a un ingles hablar mal de Inglaterra, ni aun espanol hablar bien de Espana». Quizas esa sangre latina displicente y ese «Laissez faire, laisser passer» nos hacen indiferente a nuestros propios valores. Ademas, Shakespeare lleva la ventaja de haber escrito en el idioma mas hablado en el mundo.