Del dolor y salir adelante


Lissete E. Lanuza SáenzHoy se cumple el primer aniversario de la muerte de mi padre. Hace un año no hubiera creído ser capaz de escribir estas palabras, mucho menos mencionarlas. El primer instante de dolor es una cuestión inexplicable que muchos han experimentado antes y que aún así nadie nunca ha logrado describir. Es un vacío infinito donde se siente de todo y no se siente nada. Es, simple y sencillamente, por más cliché que suene, algo que va más allá de las palabras.

Y aun así fueron las palabras las que me salvaron de la depresión y me ayudaron a seguir adelante. Las palabras fueron las que me dieron la fuerza para seguir caminado, seguir creando, y me dieron la fuerza para encontrar más palabras.

Suena contradictorio, ya lo sé; sin embargo, las contradicciones son una cosa maravillosa. Mientras más absurdo suene algo mayores son las posibilidades de que sea cierto, o al menos eso parece. La vida, de cuando en cuando, se divierte colocándonos en situaciones inverosímiles. Esta es la mía.

Siempre he querido ser escritora, pero no fue hasta ese día que entendí que ser escritor, a veces, no es una cosa que se escoge, sino una cosa que se es, algo que está en el cómo manejas las cosas complicadas, cómo explicas lo que no tiene explicación, cómo procesas las mismas cosas que otras personas no son capaces de sacar de adentro.

A veces ser escritor es optar por vivir tu vida en voz alta, con tus experiencias ahí a flor de piel, listas para ser compartidas con el mundo ya sea porque deseas mandar un mensaje o por cuestión de disciplina. Muchas otras veces, sin embargo, ser escritor es darte cuenta que, aún si quisieras, no entiendes otra manera de vivir, de crecer, de salir adelante.

Y por eso hoy, un día negro y horrible, y al mismo tiempo, brillante y lleno de posibilidades, no me queda más que dar las gracias a todos. A los que me leen en este momento, a los que me leyeron alguna vez, a los que me leerán mañana. Gracias. Por las ganas de escribir. Por las ideas. Por los comentarios. Gracias.

Y gracias también a ti, papito, donde quiera que estés. Por tanto. Por todo. Sigo sin encontrar las palabras para explicar todo lo que fuiste y seguirás siendo, pero esto es entre tú y yo, y para eso no se necesitan las palabras.

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