Hay quienes que cuando piensan en matrimonio igualitario ven sangre coagulada salir de cuerpos putrefactos que aún se mueven lentamente en busca de cerebros, y que los comunes mortales deben estar armados hasta los dientes para no ser devorados por hordas de zombis. Ha de ser la influencia de The Walking Dead, que ya va por la séptima temporada en la televisión por cable.
El jueves 14 de abril se llevó a cabo en el Centro Cultural de España el conversatorio Protección a la familia en la sociedad guatemalteca, como parte del programa género y diversidad sexual de la Comisión Internacional de Juristas (CIJ), y una de las panelistas, la abogada Priscilla Guerra, representante de la Asociación La Familia Importa, expresó que el matrimonio entre personas del mismo sexo podría conllevar que en un futuro la gente reclamara el matrimonio polígamo, con animales y hasta con cadáveres.
Dejando de lado el matrimonio polígamo, practicado en varias culturas desde principios de la historia de la humanidad y reivindicado como poliamor en algunos países occidentales recientemente (es decir, relaciones sexuales y afectivas adultas que involucran a más de dos personas de común acuerdo), mencionar la zoofilia y la necrofilia en espacios como los de la diversidad sexual me parecerá siempre una irresponsabilidad ignorante y un insulto.
En la discusión se dieron por sentadas ciertas palabras, consideradas como verdades absolutas en Guatemala como naturaleza, familia, ley, tolerancia, libertad y Dios. Uno de los panelistas afirmó que Guatemala es eminentemente cristiana, como si ese fuera un requisito para que el país entero se resista “naturalmente” a llamar matrimonio a la unión de personas del mismo sexo y a reconocer como familia a núcleos que difieran del tradicional. Guerra dijo que no era necesario que se crearan nuevas leyes, ya que la Constitución lo tenía cubierto todo, por lo que en un ejemplo minimizó la importancia de los juzgados contra el Femicidio y otras formas de Violencia contra la Mujer.
Los defensores de la familia (hombre, mujer y los hijos que conciban entre ellos) como pilar de la sociedad pareciera que olvidan sus propios contextos, en donde hay un gran porcentaje de madres solteras, que existen familias extendidas, que la violencia de todo tipo está modificando los núcleos familiares, desde la migración hasta la discapacidad y la viudez, y que siempre ha habido familias homoparentales a las cuales se les siguen vulnerando o negando derechos.
Marvin Harris afirma en su Antropología cultural: “Parte del problema estriba en que cuando la cultura occidental se niega a calificar cierto tipo de uniones de ‘matrimonio’, hay una injusta tendencia a considerarlas como relaciones menos honrosas o auténticas”.
Otra de las panelistas, la abogada Patricia Vargas, del Observatorio de Derechos Humanos, desmintió que al discutir estos temas o aprobar leyes que procuren la igualdad, todos nos casaremos y tendremos hijos, porque simplemente puede que estas no sean nuestras prioridades ni aptitudes.
Todo indica “que cuando legislemos para los grupos especiales, siempre hay que pensar en los pobres hombres blancos cristianos heterosexuales de 18 a 45 años”, como lo dijo una de las asistentes al conversatorio. Dios no lo quiera y se les vulneren sus derechos de supremacía.
Mentir y mentirnos se hace costumbre con la práctica. La familia, defendida en su concepto tradicional, no ha impedido la paternidad irresponsable, segundos o terceros hogares “clandestinos”, la violencia intrafamiliar, la prostitución de hombres y mujeres. También es más aceptado mentir para conseguir un financiamiento o la inclusión en la escuela u otros espacios, pero olvidamos que al mentir nos negamos a nosotros mismos, a nuestra realidad, y construimos enfermedades psicosociales que no necesitamos.
Espero que en otras discusiones o conversatorios sobre la protección a la familia o los derechos sexuales se lleven argumentos lógicos y actuales, porque a veces se cree que lo tradicional es indiscutible, que la religión debe pelear férreamente con la orientación sexual o que las leyes son caprichosas para determinados sectores, como lo dice La Familia Importa en uno de sus blogs.
En otro de los blogs de esta asociación me topé con esta frase de Karla de Rodríguez: “Muchas veces el origen de la violencia contra las mujeres, incluyendo la violación, es el desorden en la sexualidad”, refiriéndose a la masturbación, y luego recordé esta otra contundente frase: “El violador no es un enfermo, es un hijo sano del patriarcado”.
Si al pensar en sexualidad y diversidad lo asociamos con el “matrimonio con cadáveres”, algo en nuestras cabezas debe estar muy, pero muy retorcido.
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¿Quién es Diana Vásquez Reyna?