En las últimas dos semanas he estado brincando de un lado a otro, más de lo que usualmente estoy acostumbrada, pero en realidad llevo un año dando saltos y haciendo peripecias. Justo para estas fechas llevaba un nudo en la garganta y una docena de emociones. Sabía que en un mes estaría dejando la patria chica para embarcarme a un viaje a Marruecos y que a partir de ese momento todo lo que vendría sería inesperado. Decidí tatuarme en el brazo izquierdo un recordatorio personal sobre lo que para mí es importante: Panamá, y desde ese entonces es lo primero que veo en las mañanas. En mi brazo dice «MCMLXXXIX. Prohibido olvidar», y si bien quienes me siguen por esta columna saben que soy defensora de la memoria histórica y denuncio la Invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989, esa no fue la razón de marcarme con esa inscripción permanente.
La razón principal es que le tengo miedo al olvido. Esto no quiere decir que tengo miedo a ser olvidada, en realidad esto me tiene sin cuidado; pero tengo miedo a olvidar, que se me olvide qué hace retorcer cada fibra de mi corazón y de mi ser, lo que amo o por las cosas que lucho fielmente. Cuando digo que le tengo miedo al olvido quiero decir que me da pánico despertar al día siguiente sin poder reconocer a la chica que hoy escribe estas palabras.
Mañana regreso a la patria chica y sé que no he olvidado, pero también reconozco que llego a empezar porque muchas cosas pasan y toca aprender de quienes nos rodean, entenderse nuevamente en las dinámicas y ver qué más de lo que conocimos ha cambiado, empezando por uno mismo. Ya he visto naufragios de quienes entran en un limbo existencialista tras haber pasado largas temporadas afuera. Muchos no se hallan e incluso sienten que no encuentran su lugar, pero cuando nos alejamos mucho solemos olvidar y para mí el olvido no es una opción.
Sé que hay quienes se frustran y quieren salir huyendo, se abstraen, pero yo me niego a eso porque y por esa razón he cargado conmigo la memoria. Mi forma particular de decir «prohibido olvidar» consiste en no olvidar de dónde vengo, quién soy o en qué creo, pero también es un manifiesto permanente en el que me repito que las cosas que he de hacer serán mirando al frente y con autocrítica consciente. Es recordar que cada paso que damos es un nuevo comienzo.
[Foto de portada: Greg Montani]
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¿Quién es Corina Rueda Borrero?
