Alicia Pilarte (Nicaragua, 1959) es directora de teatro, actriz, bailarina de danza moderna y directora de cine de profesión, graduada en 1988 con especialización en cine documental, en Praga, antigua Checoslovaquia —hoy República Checa— de la Facultad de Cine y Televisión de la reconocida Academia de las Musas del Arte. Ha sido directora de los grupos de teatro Ágora, Drugos, Las hijas del maíz, Chancleta, Teatro de la UCA (TEUCA) y profesora del Taller de Teatro de la Coordinación de Cultura de la Universidad Centroamericana en Managua, donde en este 2021 cumple diez años de ser maestra, además de dirigir y coordinar el Festival de Teatro, en el que se presenta una obra de su dirección cada año. Además, fue profesora de teatro de la escuela Justo Rufino Garay —dirigida por la actriz y dramaturga mexicana Lucero Millán— y en 1996 de la Escuela Nacional de Teatro cuando la dirigía el maestro Alfredo Valessi. Ha sido maestra en el Diplomado de Teatro de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y de grupos de teatro en la Universidad Americana (UAM) y de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).
Alicia es una de las primeras mujeres nicaragüenses graduadas en dirección de cine en nivel universitario junto a Adriana Abarca, que estudió con ella desde 1982. Pero no fueron sus estudios universitarios en Europa, iniciados a sus 23 años, los episodios del génesis de su carrera artística. En las tablas había hecho su debut en un escenario profesional a los ocho años de edad en 1967, en la sala del antiguo y emblemático Teatro González de Granada e invitada por un grupo de artistas granadinos, dado que era conocida por sus representaciones teatrales en el colegio de monjas María Auxiliadora, donde declamaba, bailaba, leía discursos, representaba fonomímicas y realizaba toda la actividad cultural habitual de un centro de estudios primarios.
Estudiar cine en Praga no solo significaba un sueño a realizar para una joven que dedicaba su vida al arte desde los 17 años, sino que se trataba de una de las universidades con estudios de cine más exigentes de la Europa de ese tiempo, en la que debió entrar en un proceso competitivo desde su llegada a ese país. Su primer reto fue aprender checo en un año para después enfrentar el reto de leer libros técnicos y especializados en un idioma recién aprendido; defender trabajos con exposiciones orales, además de competir con su intelecto contra otros estudiantes extranjeros.
Sus conocimientos de arte y cultura general, para sorpresa de sus maestros, estaban más avanzados que los becarios de Sudáfrica, Arabia, Colombia, Sudán, Corea del Norte, Eslovaquia, Bulgaria e incluso los mismos checos, así que enfrentó muchos exámenes para quedar finalmente en el grupo de dirección de cine que se componía de seis integrantes (solo dos mujeres, ambas nicaragüenses). Para su tristeza, debió ver cómo el grupo se desintegraba y los aspirantes poco a poco se regresaban a sus países. Como todo grupo de extranjeros, debían padecer el celo de los checos porque los puestos ocupados por esos jóvenes llegados de países lejanos eran asientos al que dejaban de acceder sus connacionales; y además enfrentar la dureza de los procesos académicos por tratarse de una universidad de muy pocos estudiantes, con una matrícula que no cualquiera podía costear.
El taller de teatro y el teleteatro en el Sistema de Televisión de Nicaragua
La intensidad de la vida artística de Alicia Pilarte no solamente se fundamenta en los estudios universitarios y su experiencia escolar. A los 17 años, en 1977, ingresó a la Universidad Centroamericana para realizar un año básico y de inmediato se integró a un grupo de folklor de esa misma universidad. En 1978 ingresó al primer año de Computación, pero el proyecto debió quedar suspendido por los procesos de la insurreción popular. En 1979, con el triunfo de la Revolución Sandinista, se integró a tiempo completo en las disciplinas de danza de la Escuela Nacional de Danza y Teatro.
El Sistema de Televisión de Nicaragua convocaba a un casting para elegir actores que formarían el grupo de teatro que haría obras para ser vistas en la pantalla chica; muchas de estas en transmisión en directo —lo que hacía más duros los retos— y otras pregrabadas. La entrevista fue realizada por el cineasta mexicano Enrique Polo y en el primer encuentro fueron cien jóvenes clasificados. Se fueron eliminando postulantes a medida que se hacían los ejercicios actorales y los directores o los propios aspirantes descubrían que no tenían la tenacidad o el esfuerzo físico que requiere el arte teatral hasta que al final quedaron doce personas.
En el primer taller de teatro de 1979 a 1980 inició el teleteatro y su primera obra en la televisión fue Guillermina y la mona bruja (dirigida por Enrique Polo) en la que hacía el papel de la niña Guillermina. Su segunda obra fue Los invasores (dirigida por Enrique Polo Keratry) con dramaturgia de un autor chileno. Realizaron en el mismo año la obra Y si fuera sí (texto de Sergio Corrieri, basado en Los fusiles de la madre carrar, de Bertolt Brecht) en el que Alicia hace el papel de la guerrillera. Ese año se eligió el nombre del teatro como Justo Rufino Garay. El grupo Salió de la televisión e empezó a presentarse en la Sala Experimental del Teatro Nacional Rubén Darío.
Una actriz en la mágica Praga de los años ochenta
La chispa del universo sorprendió a Alicia trabajando sobre las tablas y todavía sin poder decidirse si se quedaba en teatro o en la danza. En 1982 entró el cine a su vida y llegaron las becas al Sistema de Televisión para estudiar dirección de cine con especializaciones en ficción o documental; televisión, dirección de teatro, edición y fotografía. Así inició la aventura de ocho años en Praga.
Sobre este desliz del destino, Alicia Pilarte ha comentado en una entrevista: «Toda la vida estuve en escena. La juventud te hace ser intrépida, se siente uno dueño del mundo. Aquí en Nicaragua yo tenía el problema de que no me definía entre la danza y el teatro. En danza participé en todos los grandes e históricos montajes del inicio de la Revolución y tenía los mejores maestros. Habíamos ido a Cuba a presentarnos. En teatro estaba representando buenos papeles, salía en la televisión y estaba sobre las tablas, pero el cine llegó solo. Mi vida era el arte y mi mamá se molestó porque quería otra profesión para mí, pero yo continué en lo mío. No me dio miedo, acepté irme porque pensaba que podía estudiar Dirección de Teatro, pero los checos no me dejaron, hice todos mis exámenes y estudié mucho, pero nunca un cupo en la carrera de Teatro se lo habían cedido a un estudiante extranjero. Dirección de Teatro o cine de ficción eran dos carreras que rara vez se la daban a extranjeros, así que me conformé, pero no me dejé porque terminé mi carrera y a la vez actué y bailé profesionalmente en Praga. Nunca me he bajado del escenario».
Mientras estudiaba, Pilarte actuó en una serie y dos películas. La serie era de la televisión checa y narraba una historia con el Che Guevara. Sus otros papeles fueron en un filme coreano y una película alemana ambientada en el siglo diecinueve.
También estaba integrada a la danza: era alumna de un estudio dirigido por una maestra «de nombre Eva» que enseñaba con el método de Isadora Duncan. Alicia realizó un documental sobre su maestra.
El trabajo de final de curso de Alicia —pese a que la universidad esperaba que los alumnos lo realizaran en sus países y regresaran a Praga para presentarlos— se basó en trabajos de archivo debido a que no era fácil volver a Nicaragua a causa de los costos de viaje y de producción. Su tutor fue el cineasta documentalista Boyanovsky, quien estuvo en Nicaragua filmando en la década de 1980 y era el hijo del rector de la universidad.
Las hijas de Sandino
Los grandes montajes a los que refiere Alicia se tratan de la puesta en escenario de las obras El canto épico a Sandino, La cantata a Sandino y El pacto del espino negro (dirigido por Tacho Sánchez, con coreografía de Evangelina Villalón). Pilarte había formado parte del primer grupo de danza moderna dirigido por la maestra mexicana Evangelina Villalón, que llevó a Nicaragua conocimientos que nunca se habían tenido en la danza. También fue alumna del maestro cubano Gerardo Lastra, la maestra colombiana Patricia López y de los nicaragüenses Irene López y Bayardo Ortiz, directora y subdirector de la Escuela Nacional de Danza.
Fue durante esos tres montajes del Teatro Nacional Rubén Darío que Carlos Mejía Godoy cantó su reconocida Nicaragua, Nicaragüita y Alicia Pilarte fue la primera mujer que la bailó durante su estreno en 1980.
El montaje se repitió en 1981 y 1982. Luego de su estreno en el Teatro Nacional, El pacto del espino negro fue llevada a Cuba y se presentó en el Teatro Nacional cubano y en el Teatro de Matanzas. Por esa misma época trabajó en una obra con Jaime Alberdi, Yerma, que él dirigió con su esposa María Rosa de Alberdi.
Entre las asignaturas de Economía Política, Filosofía, Historia del Arte, Edición, Fotografía y Producción la favorita de Alicia Pilarte era la de Proyección porque pudo acceder a la historia de cine del mundo a través de sus filmes. Todos sus trabajos y ejercicios fueron filmados en 16 milímetros y pertenecen al archivo de la universidad. Fue su amigo eslovaco, Ivo Brachtl, actual documentalista de la televisión checa y entonces estudiante como ella, quien apodó a Alicia Pilarte y Adriana Abarca «Las hijas de Sandino» porque eran las nicaragüenses que habían llegado hasta allí por la Revolución Sandinista.
Con Ivo, Alicia Pilarte compartió dos producciones para la televisión: el documental Cestovani —en español Viajando— como su productora local en 2003 ya que fue filmado en Nicaragua y Costa Rica; y el reality show checo Intercambio de esposas en 2005, que consistió en que Alicia convivió en Eslovaquia con el esposo y los hijos de una camarógrafa y ella con el esposo y los hijos de Alicia en Nicaragua, con una grabación de quince días.
Alicia regresó a República Checa en 2015 para participar en Quadrienal de Escenografía de Praga, un encuentro de teatro que consiste en talleres, seminarios y muestras durante dos semanas. Luego de una pausa entre 1982 y 1996, fue maestra de teatro por generaciones. Ha adaptado alrededor de veinte obras y dirigido unas treinta. Sus montajes son adaptaciones de obras literarias de autores latinoamericanos y nicaragüenses como Itzá (2001), basada en una novela de Gioconda Belli, o la adaptación Los cachorros (2017) de la obra Perra vida de Juan Sobalvarro, entre muchos otros textos y dramaturgias. Su metodología de enseñanza se basa en el sistema de Stanislavki, el cual ha experimentado durante los diez años que lleva dirigiendo el teatro de la Universidad Centroamericana (TEUCA).
Entre sus trabajos de docencia, Alicia Pilarte actualmente dirige y realiza montajes con una decena de grupos de teatro en diferentes escenarios y teatros. De los cientos de estudiantes que han formado parte de su clase algunos continúan en su grupo, otros siguen sobre las tablas como actores o directores de sus propios grupos. Sobre lo trágico de perder a un buen actor porque se gradúa de la universidad y debe irse, lo comparte en una entrevista: «He montado con el TEUCA unas veinte obras. No solo hay alumnos becados, la mayoría no lo son y están porque les gusta el arte. Podrían ser unos 300 estudiantes los que he tenido en todo este tiempo. Hacer teatro tampoco es fácil, entran y se van. Mis alumnos han participado en otras obras y otros siguen conmigo. Aunque se gradúan, lo dramático es cuando los buenísimos actores se van para seguir sus vidas. Muchos quisieran seguir en el teatro, pero el problema es que cuando entran a su vida laboral ya no pueden porque el teatro es demandante […] Pero aun así de demandante, yo aún no me bajo del escenario».
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