La cultura siempre pierde


Lissete E. Lanuza Sáenz_ Casi literalLa pandemia nos ha cambiado las prioridades. Esto es una realidad. Todos hemos tenido que reevaluar qué cosas son verdaderamente importantes y priorizar asuntos como la salud mental, la familia y los amigos. Y aunque hemos sobrevivido durante un año —y contando— en buena parte gracias a las numerosas opciones que teníamos en material cultural, parece que al reorganizar prioridades la cultura siempre queda de último.

No me refiero solo a lo individual. Todo el mundo como mínimo se vio una serie de televisión completa durante el último año. La mayoría leímos no un libro, ni dos, sino decenas. ¿Películas? Viejas, nuevas… de todo se valía en pandemia. Lo peor era estar en casa, encerrados y sin tener nada que hacer.

La normalidad no existe. Y cuando más o menos descubramos lo que es normal para nosotros ahora que poco a poco comenzamos a ver la luz, a salir de casa, a recordar las cosas que nos hacían felices antes, más nos tocará volver a poner en la balanza qué tan importantes son los artistas, los escritores, los guionistas y los directores que nos entretuvieron todo este tiempo. El gobierno no lo hará por nosotros.

No me gusta hablar por otros países —muchos problemas tiene el mío como para ir preocupándome por otros—, pero esto no solo parece ser un problema de Panamá o solo de Centroamérica. Tampoco solo de América Latina. En el mundo entero los artistas están infravalorados y ni siquiera ahora que a todos nos tocó contemplar cómo sería la vida sin entretenimiento parece que estamos preparados para darles su justo valor.

Con suerte, el mundo comenzará a recuperarse poco a poco. Todos saldremos a la calle a redefinir la vida, pero es importante que cuando lo hagamos —cuando regresemos a escuchar música en vivo, a asistir al teatro, al cine, a presentaciones de libros, a galerías de arte— recordemos que esos artistas que tan poco apreciamos son la razón por la que resistimos un año y logramos, aun en momentos difíciles, esbozar una sonrisa.

No los dejemos atrás. No dejemos de apoyar la cultura apenas tengamos que trabajar un poco más, caminar un poco más, pagar un poco más por ella. Hagámoslo por ellos, pero también por el yo de hace seis meses, ese que no nos gustaría volver a ser.

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