Con la llegada del internet y el acceso al mundo de la información las verdades y mentiras crecen en un mar infinito. Nadie en sus redes sociales publicará la otra cara de la moneda o dirá la verdad completa porque vivimos con la necesidad de aceptación. Varios sociólogos, antropólogos, psicólogos, físicos y matemáticos han analizado la función de las mentiras en las redes sociales, en cómo afectan a la sociedad en general y específicamente a los círculos alrededor de quien miente.
Rafael Barrio Paredes, investigador del Departamento de Física Química del Instituto de Física de la UNAM, afirma que las mentiras son necesarias para mantener la estructura de la red social. Es decir, necesitamos que nos mientan. Parece que el peso de la verdad es demasiado o la mentira, además de ser una forma de obtener un beneficio, también contribuye a mantener la cohesión social. Como sociedad somos tan falsos que, como individuos, muchas veces necesitaremos mentir para que nos crean.
Si bien es cierto hay valores esenciales e importantes como la institucionalidad, la igualdad ante la ley, el pluralismo cultural, la tolerancia racial y religiosa, y la libertad de expresión, todos se mueven al son de una verdad y de argumentos propios para hacer prevalecer y expandir su creencia. La información se produce en un sistema complejo para que nos ubiquemos en distintos planos de nuestra realidad y es elaborada y legitimada por toda una red de fuentes que pueden ser anónimas, públicas, personales, sociales, institucionales, políticas, empresariales o intelectuales. De esa manera lo que diga cualquiera de estos entes será clave y alimentará de supuestas verdades a toda la sociedad, sea cierto o falso.
¿Cuál es la verdad al final? ¿Dónde radica la razón de nuestras mentiras? ¿Será control o miedo a decir lo que realmente pensamos y sentimos? ¿Será miedo a ser excluidos de una sociedad que nos mantiene danzando a su ritmo? ¿Será simplemente la costumbre de seguir a las multitudes?
Uno de los signos reveladores de la decadencia moral es la actitud negligente y subjetiva hacia la verdad al buscar valorarla e imponerla a partir del beneficio propio. Al establecerla y defenderla se puede caer en el error de degradar otros valores como la justicia, la confianza y el honor. Cuando la verdad se vuelve relativa, flexible y personal se corre el riesgo de suprimir la conciencia y quedarse con lo efímero y frívolo de una sociedad muy cambiante repleta de mafias, demagogos y extremistas.
Al ser acusado falsamente de un crimen, ¿cuál es la verdad que quiero que prevalezca? Si hago una falsa acusación y espero no ser descubierto, ¿qué verdad me interesa? La verdad y la mentira bailan al son de nuestro vacío existencial y sus propios principios.
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