Infancias hostiles


María Alejandra Guzmán_ Perfil Casi literalAunque suene terrible, sí hay infancias hostiles. Millones de personas que hoy caminan por el mundo llevan consigo las secuelas de una niñez cuya magia fue empañada por los efectos de la violencia física y/o psicológica, preguntándose a sí mismos qué hicieron para merecer tal cosa, o reprimiendo los recuerdos de una infancia difícil. Sin embargo, el acoso escolar, inevitablemente, siempre deja una huella dolorosa.

Se han hecho innumerables estudios al respecto. Si usted ingresa el término “acoso escolar” en el buscador de Google, obtendrá 1, 930,000 resultados en cuestión de milésimas de segundo, por mencionar una cifra burda. Incluso en 2012 el anglicismo bullying, que hace referencia al acoso escolar, se hizo tendencia en medios de comunicación tradicionales, internet y redes sociales en Guatemala.

No obstante, aunque el tema esté en boca de la gente, esto no se traduce en políticas públicas concretas. Y son pocos los docentes, directores y padres de familia quienes realmente comprenden la gravedad de este fenómeno.

Respecto a nuestro país, si bien es cierto en 2011 se publicó una guía para el tratamiento del acoso escolar en el aula elaborada por el Ministerio de Educación en conjunto con otras organizaciones, esta no llegó a las manos de los docentes de centros educativos privados; prueba de ello es que en ese año yo trabajaba como docente de nivel primario y jamás me enteré de su publicación. Es más, hasta donde recuerdo, no hubo una campaña de difusión ni nada similar para la promoción de dicho material, lo cual evidencia que las medidas que se han tomado son insuficientes.

Por otro lado, un año después de la publicación de dicha guía, como expuse anteriormente, el tema empezó a cobrar importancia en los medios de comunicación, e incluso, existe un precedente de una alumna que fue sancionada por el daño físico y psicológico causado a otra compañera de clase, lo cual nos da la pauta que quizá la búsqueda de soluciones conjuntas para erradicar el acoso escolar no es una causa perdida.

Sin embargo, es urgente que la sociedad en general comprenda cuán grave puede resultar que un niño o adolescente sea vulnerado en su entorno escolar. La comprensión, sensibilidad e información respecto al tema son vitales para el diseño de estrategias docentes y políticas públicas que permitan combatir el problema.

Por otro lado, es sumamente importante que el Ministerio de Educación fiscalice la labor de los colegios, pues no es un secreto que en diversos centros educativos privados “de prestigio” hay víctimas de acoso escolar. Por desgracia, la labor de los supervisores de dicho ministerio deja mucho que desear. No obstante, como ciudadanía debemos velar porque estas instituciones hagan su trabajo como es debido.

Y por supuesto, no dejemos de lado la obligación que tienen los docentes, directores y padres de familia de concientizarse al respecto, pues combatir este fenómeno es una tarea que nos corresponde a todos puesto que las vivencias experimentadas durante nuestra etapa escolar marcan a cualquiera de por vida.

Mientras llego a la inevitable conclusión de esta columna, vienen a mi memoria varias reminiscencias de mi infancia, algunas llenas de la magia de los cuentos de Las mil y una noches, del beso antes de dormir de mis padres y los sueños que entretejía mientras estaba sentada en el pupitre del aula. Sin embargo, también pienso en que alguna vez estudié entre las cuatro paredes de un aula hostil donde el acoso escolar era una constante y yo me cuestionaba una y otra vez porqué padecí tal cosa en carne propia. Quizá hoy, terminando de escribir estas líneas e interesándome porque la niñez de otros sea mejor que la mía, le he dado a esas vivencias un sentido.

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