Edward Hopper nació en Nyack, una ciudad a orillas del Hudson, en 1882, y falleció en 1967, en Nueva York. Pintó al óleo y cultivó la acuarela y el aguafuerte. Los libros de arte lo catalogan como un pintor realista, pero el mismo Hopper se autodenominó impresionista, realista y anti-colorista.
Existe un culto a la luz en la pintura cosmopolita. Parece ser que la forma de tratarla determinará el carácter del cuadro. Decir que un cuadro sin luz es fúnebre es simplista: un cuadro puede estar iluminado pero puede transmitir un tema sombrío; pienso en Traslación del cuerpo de San Marcos, de Tintoretto, como una clásica muestra de la luz trabajada para acentuar lo trágico del tema. En Hopper la luz es protagonista, no sirve como un medio. La imagen es una estampa de Estados Unidos —como los trabajos de Thomas Eakins— pero la luz dirá, en la mayor parte, el mensaje de Hopper. Ese mensaje queda a cargo del observador. En su obra hay cuadros que han formado parte del imaginario desde sus primeras retrospectivas. Amanecer dominical, de 1930, y Nighthawks, de 1942, son ejemplos perfectos del uso de la luz en Hopper.
Ningún contenido social en sus obras, dice, y nada de patetismos: el arte es arduo y hay algo más que pintar con el corazón: se requiere técnica y egoísmo.
La luz y la arquitectura. En Hopper, la expresión más trascendente del arte pictórico se vuelve axioma: la luz y las construcciones son irrepetibles. Puede haber patrones, estilos, técnicas, edificios similares e incluso idénticos, pero irrepetibles. La luz puede ser divisible, pero no se repite. Hopper pinta dos momentos modernos: la soledad y la arquitectura. No hay nada más triste y desolado que un edificio vacío. Hopper acostumbraba a pintar un solo modelo —siempre Jo, su esposa— y una construcción. Una luz oblicua y un ser humano estático. Un golpe de realidad a los más radicales.
Por supuesto que Josef Albers también transmite soledad y William de Kooning desesperación, pero en Hopper la desolación juega con los colores y la luz en Mañana en el Cabo Cod o La luz dando en el segundo piso. Y dice: «La pintura es un intento de pintar la luz del sol como blanca, sin poner en el blanco ningún pigmento dorado ni amarillo. […] La luz es una fuerza expresiva que tiene mucha importancia para mí, pero no en una forma demasiado consciente. Creo que para mí es una expresión natural». (Edward Hopper: The Artist´s Voice, 1961, K. Kuh). La luz en obras como Gas es una fuerza natural. Habrá que salir a la calle y ver cómo la luz afecta el estado de ánimo en las ciudades.
Habrá que revisitar a Hopper y perderse en la inmensidad de los edificios. De cualquier modo, es inevitable recurrir a las edificaciones para meter en un búnker el tedio de la vida moderna.
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