¿Estamos ante el mejor disco de Ricardo Arjona?


Ricardo Corea_ Perfil Casi literalEs inevitable la polémica que suscita a donde sea que se le mencione: queridísimo y odiadísimo, a veces al mismo tiempo y por las mismas personas. Vilipendiado por las intelectualidades, adorado por varias multitudes. Llena estadios. Deja memes y parodias por doquier. Sería muy complicado explicar bien qué significa Ricardo Arjona en la cultura pop de América Latina y el mundo en español.

Pero hoy no escribo para dilucidar su relación con los públicos, sino para hablar de su obra. De una en específico. Se trata de su octavo disco de estudio, Galería Caribe. Se publicó en agosto de 2000 y, salvo por dos canciones que pegaron a nivel comercial, el disco pasó más o menos desapercibido tanto como un artista así de exitoso puede pasar desapercibido.

Eso no es tan sorprendente. Arjona es uno de los músicos latinoamericanos más vendidos en el mundo. Son muchas sus canciones que forman parte del repertorio canónico del pop en español, lo que hace difícil que cada disco y cada track se vuelva tan memorable como su Señora de las 4 décadas o su Historia de taxi.

Sin embargo, y como ya todos sabemos bien, el éxito comercial no siempre está vinculado con la calidad del producto. Y Galería Caribe es un buen ejemplo de esto. Así que quisiera explayarme en este disco, canción por canción, para tratar de responder la pregunta del título.

Una advertencia antes de iniciar este recorrido: esto no pretende ser evangelizador. Incluso yo tengo una relación rara con su música. Sinceramente, espero que el que odia a Arjona, si es que se anima a leer esta nota completa, siga odiando a Arjona al terminarla. Pero también espero que al menos le entre una importante duda sobre si se está perdiendo de un gran disco por culpa de sus prejuicios. Bendiciones.

Carabelas

El disco inicia con una canción grandilocuente, sonidos misteriosos y, en principio, vagamente caribeños. Es una canción suave donde predomina la guitarra. Pero acá lo realmente interesante es la letra. Arjona deja de lado los típicos artilugios retóricos arjonianos para urdir una especie de introducción histórica a lo que este disco representa: la colonización, esa hibridación ultraviolenta, instalada en su disco («…es la historia de una tierra condenada a padecer. Pero el negro, el indio y el español se mezclaron para darle un gusto a Dios»). Esta primera canción es un buen inicio para un buen disco. Una promesa de que algo bueno está por ocurrir.

Mujer de Guanahaní

Sin aditivos ni intermedios, el segundo track aparece como parte de la misma canción anterior. Irrumpen los timbales y un canto tribal. Luego, los saxofones y la voz áspera del guatemalteco.

Acá es donde el disco termina de compaginarse con su nombre y su propuesta. «Tiempos de colonización, sometimiento y fusión, de independencias y muerte se dibujan sobre tu piel, mujer de Guanahaní […] Hija de este mar, de la esclavitud, de un conquistador, de un indio taíno y del tiempo». Y ese es el espíritu que va a terminar de acentuar en las siguientes canciones.

Lo poco que queda de mí

Acá es donde hace su aparición el verso arjoniano. Desde el comienzo sabemos que estamos ante una Canción de Ricardo Arjona, así en mayúscula todo. «Tengo que andar con cuidado para no cuidarme… Tengo que ser muy astuto para ser un idiota… Si vivo es que muero por ti». Aquellos oximorones connaturales del cantautor. Pero esta versión de esta canción tiene alma caribeña y por eso queda bien en el contexto de todo el disco.

Un Caribe en Nueva York

Es casi imposible hablar de una región como la caribeña sin adentrarse en uno de los tópicos más dolorosos y habituales: la migración de nuestra gente, sobre todo hacia Estados Unidos. Ricardo lo sabe y el tema lo aborda en esta canción: «¿Y qué hace un caribe en Nueva York que no sea extrañar lo que dejó y vivir soñando con volver?». De no ser por la algarabía de las trompetas y los timbales esta sería una canción bastante triste.

Cuándo

Probablemente la canción más conocida del disco. Vuelven las construcciones líricas a las que nos tenía acostumbrado: «¿Cuándo volverás a ser lo que no fuiste nunca?». Pero la melodía con tintes melancólicos le dan esa cadencia no-sé-cómo que la convirtieron en un pequeño éxito comercial (pequeño en función de sus otros éxitos, claro).

 

Receta

Si voy a ser justo debo decir que la idea de esta canción parece extraída de Pastillas para no soñar, de Joaquín Sabina. Una conversación con el dependiente de una farmacia en la que se enumera una serie de medicamentos y cuyo plot twist es que lo que se necesita es olvidarse de un mal amor. Un chiste de tío, vaya. Efectivo a su modo tosco.

Solo quería un café

Otra vez la intertextualidad, para no pecar de perspicaz: un tema que recuerda la idea que subyace debajo de Te vi, de Fito Páez. O quizás estoy estirando esa pita demasiado, pero díganme ustedes si «Juro por mí que solo fui por un café, pero te vi» no es una paráfrasis de «Yo no buscaba nada y te vi». Arjona, sin embargo, logra una cadencia bastante ad hoc para la situación narrada.

Mesías

Un ave rara dentro de este disco, que es solito un ave rara. En Mesías se cuenta la historia de un personaje peculiar cuya razón de ser no terminamos de comprender, pero sabemos que incluso el Papa le tiene miedo. Es más: «los judíos dicen que ese es el que esperaban». Nunca entendemos si es un charlatán o verdaderamente es el Hijo de Dios, pero esa es la razón por la que la canción funciona.

Te enamoraste de ti

Incluso más que Cuándo, me atrevería a aventurar que esta es la canción más conocida del disco. Una arjoneada que funciona en su forma peculiar: «No te enamoraste de mí, sino de ti cuando estás conmigo». Nunca me ha pasado, pero no creo que sea en balde que esta canción acumule 26 millones de reproducciones. Claro que los números suelen ser malos referentes de calidad, pero es elocuente que sea esta canción una de las más famosas del disco y del artista.

(Voy a saltarme las canciones que se repiten en diferentes versiones).

Si usted la viera (el confesor)

Aquí tengo que admitir mi fanatismo. La letra de esta canción, como lo puede notar un oyente atento, es completamente distinta a todo lo que contiene este disco y lo que ha hecho el guatemalteco. Se trata de un poema de Eusebio Blasco, poeta y dramaturgo español del siglo antepasado. A pesar de eso (o quizás justo por eso) me parece la canción mejor lograda del disco: cuenta una historia divertida, pícara, con las palabras necesarias, ni más ni menos, y el acompañamiento musical es preciso.

 

Pensar en ti

Una canción más popera que caribeña. Una canción bastante intrascendente que busca retratar la cotidianidad del desamor: la gente continúa en sus cosas, la vida sigue, impertérrita, aunque sea «un derroche de masoquismo pensar en ti sin mí». No creo que esta sea una canción memorable, pero en el contexto del disco funciona bastante bien.

 

Por qué hablamos (feat. Ednita Nazario)

Arjona se hace acompañar de la puertorriqueña Ednita para regalarnos esta conversación de pleito de pareja. Una canción que recuerda vagamente a las interpretaciones dramáticas de Pimpinela. «¿Por qué hablamos y no usamos ese tiempo en darnos besos?», se cuestionan. Porque la comunicación es clave para una buena relación, Ricardo. Por eso se habla. Pero la canción sirve bien para el despecho de una noche de borrachera cutre.

A cara o cruz

Ricardo Arjona culmina este disco con un tratado de filosofía en el que desentraña los rincones lúgubres del azar, el destino, la existencia humana y la razón de ser de la vida misma. Destino, azar: una metáfora perfecta sobre el sinsentido de lo humano y del universo. O algo así.

*

A modo de final: hace un tiempo llegamos a la conclusión, mi querido amigo Edwin, de lo interesante que sería que un día Arjona decidiera despojarse de sus fórmulas, del peso del éxito, y hacer un disco con letras impecables, con acompañamientos y arreglos exquisitos.

Nuestra teoría es que Ricardo Arjona ha de ser un lector potente y un intelectual de primera, tomando en cuenta que con su fama y fortuna tiene acceso a productos culturales con los que nosotros no podemos ni soñar.

Bien, Edwin, yo creo que ese disco es Galería Caribe.

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