Como menciona Karl Marx en los manuscritos económico-filosóficos, existen necesidades creadas por estructuras sociales y del sistema imperante; “la necesidad del dinero es, pues, la necesidad real creada por la economía moderna y la única necesidad que ésta crea…”. Este fragmento del querido y cabezón filósofo alemán resulta tan vigente en la actualidad del consumismo desproporcionado de nuestros tiempos. La necesidad de acumular mucho dinero y bienes materiales realmente innecesarios o, mejor dicho, de intrascendencia o de lujo, para mantener un estatus dentro de la sociedad que se maneja bajo los sagrados mandamientos consumistas y de ínfulas, logra, mediante la enajenación y alienación mediática, que los hombres y mujeres crean empedernidamente necesitar o acumular distintos bienes como celulares inteligentes, relojes de lujo, carros europeos de precios altos, etc.; que no tendría absolutamente nada de negativo si no fuese porque sencillamente no corresponden a los ingresos económicos de la clase que los adquiere, y solo logran apretar fuertemente sus bolsillos.
Qué mejor ejemplo que el simple hecho de sentarnos a observar la realidad que nos rodea: nos encontramos sumergidos en un lamentable sistema político y económico desigual y de despojo que promueve, en forma de competencia, la adquisición de riqueza para mantener el estatus y el respeto de nuestros semejantes; sí, de esos que se convierten cada vez más en nuestra menuda competencia. La alineación cada vez nos hace mutar en seres fríos, egoístas y amantes de los bienes y, por el contrario, alejarnos del humanismo y de la solidaridad de los unos con los otros. Como nos dice el filósofo Martín Heidegger, “el hombre olvida al ser para consagrarse al dominio de las cosas”, y vaya si no es esto lamentablemente cierto en nuestros tiempos.
Hemos caído en un acto cruel de paradojas interminables. Crueles ironías brotan salpicando esta triste realidad y a esta triste nación de porcentajes altos de pobreza extrema y de diversos, abarrotados y visitados palacios post- modernos que son los centros comerciales, de niños sin vestido postrados en esquinas y de otros que ya tratan a sus compañeros como mercancía… son algunas de las ironías y crueles contrastes de esta época y del enajenante bombardeo mediático 24/7 del que inevitablemente somos parte.
Hoy en día, poco y a pocos nos interesa el enriquecedor ejercicio del diálogo o del profundizar en temas como los flagelos sociales, la búsqueda de una sociedad más equitativa o de preguntarnos a cerca de qué es el enigmático e interesante ser humano. Pocos son quienes se detienen a admirar un bello paisaje o simplemente pocos son quienes respetan la naturaleza. Muy pocos deciden cuestionar lo que les dice la publicidad, la televisión, la radio, el Internet; en fin, pocos son quienes se interesan y llevan a la praxis dejar de ser pensados y comenzar a ser pensantes, lo cual es una posición filosófica contraria al consumismo de la cual hay que hacerse cargo, pero que estoy convencido, valdrá la pena. Se nos ha hecho creer alienada y sistemáticamente que la felicidad se alcanza solo tras la validez que otros nos den dentro de la sociedad, y que esto se logra a través de cuanto se posee; lo que por transición lleva a discriminar a quienes poseen menos; es así, tan deleznable, el circulo vicioso del consumismo.
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Ciertamente se necesita un mundo con más seres pensantes.