Max Horkheimer afirma que existen tres instituciones centrales que buscan instalar sus valores represivos a los individuos desde temprana edad, creando un vínculo estrecho y orgánico, para así instaurar un sentido común uniforme que determine la pasividad y poco cuestionamiento social respecto al orden establecido. Estas instituciones son la familia burguesa, la iglesia y la escuela. Claro, en la sociedad actual tendríamos que sumar a los grandes medios de comunicación e incluso destacar que existen otras instituciones y espacios con fines similares, como por ejemplo, la literatura de autoayuda, tan exitosa dentro del mercado editorial y que promueve el egoísmo y la técnica de dominación del imaginario neoliberal. ¿Por qué resultan este tipo de libros tan aclamados a pesar de abordar temas de forma superficial? Pues porque además de su lenguaje persuasivo, vincula su relato al quehacer cotidiano de las personas.
Expresaban hace algún tiempo referentes de la militancia de nuestro continente —de los cuales algunos han sido reducidos a playeras y meras biografías, desdeñando así su aporte al pensamiento latinoamericano— que la revolución únicamente económica no era suficiente ya que, si bien el tema pasa por la justa distribución de la riqueza y la erradicación de la explotación, también se trata de construir colectivamente una concepción del mundo y de la vida donde predomine el humanismo no burgués, y sean posibles las relaciones sociales emancipadoras. Declaraban, entonces, la importancia de vincular la teoría con la práctica en todos los ámbitos del quehacer revolucionario, como bien lo dijo Marx en diversos textos.
¿Se puede pensar en salir de la caverna sin entrar a otra? El hecho de ser absolutamente libres parece tratarse de un asunto meramente utópico, sin embargo, la utopía sirve para estimular acciones. El acto de tomar conciencia de ciertas circunstancias cotidianas que asumimos con total normalidad puede hacernos vislumbrar caminos que antes no habíamos siquiera imaginado. No es mala idea cuestionar cuán estandarizados nos encontramos respecto a gustos que promueve el mercado. Sería conveniente preguntarnos qué tan fácil cedemos a la avidez de novedades y a la moda, o cuestionarnos por qué la despolitización y la desmemoria histórica son moneda corriente hoy en día.
Me gusta exponer como ejemplo aquella anécdota del encuentro entre Diógenes y Alejandro Magno a personas que parecen no comprender que no todos deseamos vivir bajo las lógicas del mercado y el culto a los objetos —cosa muy difícil en un contexto como este pero donde de alguna u otra forma se logra resistir—. La anécdota cuenta que el rey de Macedonia, al escuchar hablar sobre Diógenes de Sinope, se paró frente a él obstruyéndole la luz del sol. «Qué es lo que más deseas?», le preguntó Alejandro, porque él se lo concedería. El filósofo griego, quien vivía en un barril como un vagabundo, respondió: «solo quiero que no me obstruyas la luz y los rayos del sol», pues esa era la única necesidad que tenía en ese momento. Aquellas irónicas palabras del cínico defendiendo su filosofía de vida ante el ofrecimiento del conquistador griego que algo de mi simpatía tiene, son dignas de un buen trago. Claro, la forma de vida de Diógenes puede resultar un tanto exagerada, pero también es cierto que en ocasiones este ejemplo no da resultado ya que cuesta pensar que existan otras formas más emancipadoras para conducirse por esta existencia. Hablando de casos extremos, aprovecho la ocasión para mencionar al iraní Amou Haji, quien vive inmerso en lo que muchos considerarían las peores condiciones del mundo, pero que asegura ser feliz y hacerlo por decisión propia.
A lo largo de la historia, para el poder siempre han sido un problema las personas que cuestionan lo establecido y que desde el pensamiento crítico apuestan por otras formas de crear comunidad. Actualmente se gastan millones de dólares en propaganda, psicología de masas y elaboración de noticias a través de los grandes oligopolios de la desinformación. La esclavitud, sin ningún tipo de duda, es uno de los vejámenes más lamentables en la historia de la humanidad. ¿Tendrá algo que ver con el hecho de ser manipulados cual peones a través de la conquista de nuestra subjetividad? Quizá muchos piensen que el mundo es un lugar sin solución, pero por mera dignidad y convicción más que por esperanza, sería loable el cuestionarnos la forma de ver y comportarnos en él. Como un hombre cuya dignidad no permite que un amo le obstruya los rayos del sol.
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