Hay una dualidad peculiar en nuestra existencia. Aparece como un segundo plano, una realidad paralela de la que estamos solo vagamente conscientes. Actúa como un espejo pero no muestra lo que somos, sino lo que anhelamos. La vida terrestre transcurre impasible ante el caos del Universo; increíblemente nos hemos adaptado para ignorar los misterios que acechan afuera, sucesos que permanecen apenas escondidos a nuestro pensamiento, pero basta apagar la luz de la consciencia por un momento para recordar su presencia. Estamos amarrados a nuestro presente, la corriente del mundo nos arrastra con fuerza y proseguimos insensibles a nuestra marcha sobre un camino que apenas se percibe, las promesas de una nueva y mejor vida se manifiestan únicamente como fugaces destellos en nuestra mente, nuestros deseos incumplidos materializados en imágenes irreales y difuminadas por el peso de la realidad.
Hundirnos en la impasibilidad es el destino al que nos hemos condenado; vemos el efecto que toma en nuestro interior y en el de los demás. ¿Decidimos aferrarnos o soltar la soga que nos ata al mismo lugar? Lo único que queda es la opción entre vivir bajo los pies del resto o liberarse del destino, de la ilusión de un camino trazado, renunciar a las ataduras de lo sencillo, de lo cómodo, de la expectativa que nos persigue. Encontrar sentido en la aleatoriedad del Cosmos es aprender su naturaleza real. Apartar la vista de lo aparente, buscar en el suelo y en el cielo, en lo hondo y en lo alto por el llamado de nuestro verdadero ser; soltar bagaje y levantar vuelo. El ancho valle de lo que conocemos no puede llegar a abarcar lo que se esconde en el subconsciente.
Queremos ser parte de algo más grande más allá de nosotros y de lo que ofrece nuestro terrenal existir. La experiencia sensorial de la que formamos parte debe enseñarnos a erradicar los límites y quitar las fronteras de lo que podemos alcanzar. Cruzar este primer plano es solo el primer paso. La meta final es establecer y mantener el balance entre lo real y lo etéreo. Lo sensorial y lo inefable no están en oposición: existen como dos fuerzas contrarias que contrastan como colores en el espectro pero que complementan la experiencia consciente. Fuera de la periferia mental que abarca la mayor parte de nuestra vida se encuentra la fuente de la consciencia. El despertar del intelecto forma nuestro conocimiento desde pequeños, se expande con la experiencia de los años y culmina con la exploración del plano interno en la búsqueda, no de respuestas, sino de conocer lo que se escapa a nuestros sentidos.
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