Mis resoluciones del 2022: ensúciate


Javier Stanziola_ Perfil Casi literalNo sé nada de biología. Eso no me impide pensar que la diferencia entre los seres humanos y los animales es nuestra obsesión con marcar el paso del tiempo. Todo es tiempo todo el tiempo y a cualquier costo: el Breitling en la muñeca y el reloj grasiento de pared en la cocina y las tres alarmas estruendosas en el teléfono para despertar a tiempo y la computadora anunciando a viva voz la próxima reunión y la televisión gritando que viene 2022 y ya se acaba otro año.

Para los anti-añonuevistas, entre el 31 de diciembre y el 1 de enero solo hay una crema blanca de donut que se te derrama cuando la exprimes. Para mí, el tiempo designado como final de año me pone a comer uvas carnosas y a pensar en lo que no he vivido. Mis intentos de vida en meditación y mindfulness los tiro a la letrina cuando mi mente se embarra con palabras que no salieron de mi boca, con lo que no escribí, con lo que no hice.

Muerdo esa primera uva y me doy cuenta de que la necesidad de pagar las cuentas me cubre la boca con tape de plomería. En lugar de enfrentar a las personas que me acosan psicológicamente y a la vez tienen el poder de alimentar a mi familia, prefiero dudar y decirme que necesito crecer una piel más gruesa. Me convenzo de que esa piel de cristal que me cubre el corazón no es lo suficientemente resiliente para soportar los caprichos absolutistas del general de turno. Soy yo el que tengo que cambiar, y en la espera por esa transformación tipo X-Men, me mantengo en relaciones de poder tóxicas.

Resolución del 2022 número 1: Si camina como bully, si ladra como bully, y lanza aspavientos como bully, olvídalo y pega la vuelta. No gastes tu tiempo suponiendo que esta persona ignora que es un bully y que una conversación sobre el asunto resolverá el problema. Al contrario, los bullys leen tales gestos de solidaridad como señal de debilidad y esto les aumenta el tamaño de los colmillos.

Otra uva y aparecen en mi mente palabras y gestos que me recuerdan que mi hijo adolescente está pasando por un período altamente disruptivo. Dicen los que saben del asunto que su cerebro está siendo podado. Muchas de las cosas que él aprendió cuando chico están siendo avasalladas por una tormenta bioquímica que recalibra o simplemente elimina lo irrelevante, por más bellas que sean. Pero una cosa es saber el pronóstico del tiempo y otra es acordarse de llevar el paraguas. Entre tanto caos bioquímico, mis gritos de frustración por su impulsividad, por su letargo y por su peculiar uso del baño común deben sentirse abrumadores.

Resolución del 2022 número 2: No seas un bully. Menos con tu hijo, en proceso rápido y bullente de evolución. Menos con un ser que todo el mundo que lo conoce describe como bondadoso y cool a la vez. Encuentra ese espacio de luz que la experta Analisa Williams Choy describe como disciplina positiva, donde las reglas del juego están siempre claras, las consecuencias de no seguir las reglas están siempre claras, pero el abrazo, la sonrisa y la bondad nunca (nunca) desaparecen.

Muerdo la tercera y última uva (si la multiplicas por 4 te dan doce) y veo todos los casos de corrupción en los que bancos, funcionarios públicos, políticos y empresarios han estado involucrados este año. Recuerdo la cara de donut glaseado de todos los políticos que no recibieron su castigo judicial luego de haber cometido múltiples violaciones a niñas y adolescentes, haber violado el derecho de privacidad de decenas de adversarios políticos y de haber violado el derecho de comida, vivienda y salud de cientos de miles de personas al robar miles de millones de dólares de proyectos públicos y privados.

Mientras tanto yo sigo límpido, enseñando a mis estudiantes sobre mundos perfectos repletos de democracia, mercados y cooperación. Sigo sin mancha, soñando y escribiendo sobre mundos mejores. Y nada cambia. Los bullys siguen en la oficina, en la asamblea, en los bancos.

Resolución del 2022 número 3: ensúciate.

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