Nosotros, los clasemedieros


LeoCentroamérica no está de luto por sus migrantes fallecidos en el accidente de Tuxtla Gutiérrez. ¿Cómo puede estar de luto una región que ya vive en luto perpetuo? El problema de la migración en busca del sueño americano es la tragedia de la que no queremos hablar quienes hemos nacido en este rincón insignificante del mundo y tenemos la suerte de tener una posición medio acomodada. No digo acomodada porque, al final de cuentas, nosotros, los clasemedieros, nos conformamos mediocremente con los olotes que nos tiran las clases poderosas para mantener el sistema de relaciones de poder y preferimos hacernos de la vista gorda.

Eso sí: aprovechamos a meter el dedo en la llaga cuando se habla de los migrantes venezolanos o cubanos. Condenamos al maldito comunismo —existente solo en las mentes delirantes de quienes defienden el neoliberalismo canibalesco— y preferimos pensar que en nuestros míseros países todavía se puede respirar, como si la violencia, el hambre, la pobreza, el desempleo y la falta de oportunidades fuera algo ajeno a nuestra torre de cristal.

Mientras oigamos que otros son las víctimas de estos cánceres sociales, poco nos importará el destino de millares de personas que huyen espantadas de estos países. Para nosotros, los clasemedieros, no pasan de ser noticias de esos medios de comunicación que, cual rameras, se venden al mejor postor y ocultan las verdades o las maquillan de manera tal que retuercen la realidad hasta deformarla.

Nosotros, los clasemedieros, tendemos a ser excesivamente patrióticos. El patriotismo es nuestra segunda religión y dios nos libre si algún foráneo llega a decir algo en contra de alguno de nuestros símbolos, sean religiosos o sean patrióticos, porque estaríamos dispuestos a lincharlo. Y si el fulano de tal es un paisano, el linchamiento se lleva a cabo con mayor encono porque aparte de ser un malinchista es, a todas luces, un traidor de la patria.

Para nosotros, los clasemedieros, aquellos que se van de mojados son unos fracasados. Hasta llegamos a sentirnos avergonzados de ellos sin darnos cuenta de que gracias al trabajo de mucha de esta gente —que se parte el lomo sin ningún reconocimiento, sino en el más oscuro de los anonimatos y las soledades— nuestras endebles economías todavía medio existen. Porque los clasemedieros podemos jactarnos de tener títulos académicos o de que nos digan licenciado o doctor, pero con nuestros empleos tan pomposos y recubiertos de honorabilidad probablemente no cubrimos los gastos mensuales para mantener a nuestras familias. Eso sí, nos esforzamos por mandar a nuestros niños a los colegios más pipirisnay para ver si, de alguna manera, logramos cruzarlos y mejorar la raza, aunque nos quedemos tan endeudados al punto que tengamos que venderle nuestra alma al demonio.

Por mi parte, estoy harto de oír los comentarios de gente con ínfulas de superioridad diciendo que «quién los manda a irse», cuando estamos viendo que la vida en nuestros miserables países es invivible. Ah, pero los cubanos, pobrecitos, que tienen que soportar la horrible idea de no irse de shopping ni gastar lo que les venga en gana; o los venezolanos, pobrecitos, que sufrieron el despojo del régimen chavista. A ellos hay que ayudarlos a salir de sus países. Hay que hacer y apoyar campañas internacionales para que Estados Unidos los libere de la opresión.

Nosotros, los clasemedieros, nunca podremos ver que un niño guatemalteco se muere literalmente de hambre; o que un adolescente hondureño huye porque es amenazado por las maras; o que una familia rural salvadoreña vive miserablemente perdida en medio de la nada. Para nosotros esas realidades no existen y los ilegales no son más que una bola de acarreados que le hacen la carrera política a un candidato.

Es que nosotros, los clasemedieros, ni siquiera podemos lavar los platos de nuestra casa, mucho menos los de un restaurante en una ciudad gringa. Nos sentimos es centro del universo cuando en realidad somos una clase que parasita de las migajas del poderoso.

Eso sí: como buenos hipócritas que somos, los clasemedieros declaramos duelos de tres días que no sirven absolutamente de nada.

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