El poder del perro (The Power of the Dog), dirigida por Jane Campion y protagonizada por Benedict Cumberbatch, fue nominada a varias categorías de los premios Oscar. Eventualmente muchas personas la verán por la mera curiosidad y es casi seguro que la tacharán de aburrida, pretensiosa y lenta: tendrán razón. La película carece un momento de «clímax» y para poder entender el final requiere haber puesto mucha atención a detalles y diálogos que en un primer momento parecen irrelevantes. No obstante, la historia es magnífica.
Lo grandioso de El poder del perro es que, muy poco a poco, construye a una situación dramática que resulta totalmente verosímil gracias al tiempo que se toma en armarla: relata un homicidio perfecto, tan bueno que ni el espectador, con su poder de omnipresencia, es capaz de darse cuenta a pesar de que ocurre todo enfrente de él (además de poner a Mary Jane y a Doctor Strange como antagonistas en la misma pantalla).
Se trata de la historia de una venganza planeada con suma inteligencia y prudencia, la de un cazador que aguarda sigilosamente sin hacer ningún tipo de ruido hasta formar parte del ambiente y aprovechar el momento perfecto para atacar a su presa. Lo curioso es que aquí es la misma presa quién le da las herramientas y el conocimiento necesario para ser cazada.
Peter sufre de las burlas de Phil, mismas que se ven acrecentadas cuando el hermano de este se casa con Rose (la madre de Peter). Phil, además, se mantiene en un conflicto constante con Rose. Peter se percata de una serie de minúsculos detalles que, al unirlos todos, le dan la idea de cómo vengarse a Phil. Peter encontrará el momento adecuado para hacerlo, pero antes se ganará la confianza y el cariño de su víctima.
La película no nos muestra los hechos tal cuál como los he resumido antes y, por el contrario, hace ver que Peter es solo un peón en el juego que Phil lleva a cabo contra Rose. La historia busca ir colocando naturalmente las piezas para crear un final perfecto, pero irónicamente ocasiona que al verlo por primera vez uno se pregunte qué fue lo que pasó; pero aunque haya que invertir mucha voluntad en ello, vale la pena ver esta película dos, tres o más veces: las que sean necesarias para apreciar cómo una trama lenta, aburrida y sin gracia se vuelve una historia de suspenso sobre un homicidio perfecto; la historia de una venganza fría y calculada cuyo final se anuncia desde el título El poder del perro como una referencia al Salmo 22:20 en el Antiguo Testamento.
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