Con una duración de 129 minutos, en 2023 se estrenó en plataformas de streaming la cinta mexicana Un actor malo, protagonizada por Alfonso Dosal (La huesera) y Fiona Palomo, y dirigida por Jorge Chuchí.
El argumento de la cinta es el siguiente: el set de grabación de una película se detiene completamente cuando la actriz Sandra Navarro acusa al actor Daniel Zavala de haberla violado durante la filmación de una escena de cama. Daniel se declara inocente, Sandra lo quiere denunciar ante las autoridades y los productores de la película intentan solucionar el conflicto antes de que la situación se salga de control.
Hay detalles interesantes y muy bien logrados a lo largo de la historia; me detengo en tres: 1. El diálogo sobre el consentimiento: durante los ensayos, varios actores y personal del staff, hombres y mujeres, conversan sobre que en muchas películas las escenas de cama son reales, y si ellos mismos podrían, querrían o se animarían a tener sexo mientras se les está filmando, ya que al día siguiente el rodaje se centrará en una escena como esas. En ese momento Sandra dice que no lo haría, pero antes de que ella se marche, Daniel le dice que le avise si cambia de idea. Esta escena es superficial y casual, como cuando se habla de sexo: «todo el mundo sabe cómo son las cosas».
2) La violación: el delito se comete a la vista de todos; no es violento: Sandra no grita, y es el momento de la película donde las acciones y las palabras se ponen en duda. Lo ocurrido es casi imperceptible, pero ese «casi» es sumamente importante.
3) La tensión y la indignación que transmite el guion —y que va in crescendo— es proporcional al desenlace y al problema estructural que Un actor malo extrae como biopsia para hacer un ejercicio de representación en el que los espectadores también participan.
En muchas partes del mundo, las industrias del cine y del arte en general están no sólo salpicadas, sino inmersas en el abuso sexual en todas sus manifestaciones: desde los comentarios y tocamientos no solicitados hasta la violación que puede cometerse de muchas maneras, por lo que hay que echar por tierra que una agresión sexual no tiene que ser visible (llamativa y con colores) para los demás.
En Estados Unidos podemos mencionar el caso de Harvey Weinstein, cofundador de Miramax y de The Weinstein Company, que se vio envuelto en un escándalo cuando en octubre de 2017 el New York Times y el New Yorker publicaron investigaciones que detallaban décadas de acoso y abuso sexual cometidas por él a empleadas y actrices: Cate Blanchett, Cara Delevingne, Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow, Uma Thurman y Salma Hayek fueron sólo algunas de las 85 mujeres que acusaron públicamente a Harvey de acoso sexual.
En Francia, la actriz francesa Hélène Darras ha denunciado a Gérard Depardieu por agresión sexual en la película Disco (2007). La actriz denunció después de los 13 testimonios de mujeres que acusaron a Depardieu por violencia sexual durante los rodajes de 11 películas estrenadas entre 2004 y 2022, según dio a conocer el diario francés Mediapart.
En Guatemala, la actriz guatemalteca Marlene Mancilla denunció ante el Ministerio Público que fue víctima de abusos y agresiones sexuales durante un ensayo de la puesta en escena de El Señor Presidente, montaje dirigido por Jorge Rojas Fernández que se presentó hace una semana en el Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias. La actriz señaló que los artistas que actúan como torturadores y violadores (Diego Argueta, Efrén Celada y Juan Pablo Villatoro) decidieron improvisar para el director y hacer movimientos que no estaban consensuados previamente, e incluyeron una mordida en su cuerpo.
Una espectadora que asistió a una de las últimas funciones y que expresó que la sala estuvo llena, mencionó: «Es un contenido denso y fue un trabajo interesante puesto en escena. Aunque lo puedo decir con un sesgo feminista, puedo decir que es un elenco en general muy bueno, pero se deja entrever que el mejor desempeño lo hicieron las mujeres y se nota que trabajaron bastante; por ejemplo, una de las protagonistas que hace el papel de víctima del sistema, porque es tomada presa y sufre vejámenes adentro de la cárcel; uno de tantos: es víctima de tortura y su hijito pierde la vida… es bastante duro. Fue un buen trabajo en cómo está presentada la obra, y cómo muestra las escenas de violencia».
Una actriz que prefirió no decir su nombre también compartió sus impresiones: «No soy fan de la obra de Miguel Ángel Asturias, es un material bastante pesado de leer y creo que la puesta en escena como tal es bastante larga, los diálogos son bastante complejos, no es una obra para cualquier tipo de persona, no es una comedia, es bastante dramática. En general, creo que la puesta en escena estuvo bastante bien y me hubiera gustado mucho que tuviera intermedio, pero la adaptación no cuenta con un intermedio marcado, sino que se va de corrido toda la obra [dos horas duración]. Hubo personas que se salieron de la sala antes de terminar la función. Yo soy actriz y tengo que decir que actoralmente el equipo de trabajo y el elenco estaban bastante coordinados, cohesivos; se notó muchísimo el trabajo escénico y el trabajo de dirección, ya que había muchísimas entradas, salidas, graderíos… Mucho movimiento escénico que necesitaba de mucha coordinación; además, varios de los actores estaban haciendo varios personajes, no sólo uno. La obra no me gusta, pero no le quita el mérito al trabajo que se hizo».
La novela El Señor Presidente, del premio Nobel, Miguel Ángel Asturias, narra la historia de un amor imposible en un contexto de corrupción y dictadura. La obra se desenvuelve en una atmósfera marcada por la tortura, el miedo y el ejercicio ilícito del poder. Sin embargo, acerca del montaje, el periodista cultural y crítico Jaime Moreno, en un comentario público en sus redes sociales, expresó: «Acabo de ver la adaptación de El Señor Presidente, del MCD [Ministerio de Cultura y Deportes]. No me gustó. El guion rebajado, una comedia forzada y el desorden narrativo… abruman (o molestan, da igual)».
Moreno concedió ampliar sus impresiones para este artículo: «Desde el principio me pareció que la pieza era enredada, que tenía un orden en la secuencia narrativa que no favorecía la comprensión sobre todo del relato. Si sos una persona que no estás acostumbrada a la obra asturiana es difícil entender lo que está pasando. La historia y todos los personajes están ahí, pero es complicado seguirle el hilo si no se tiene el back de haber leído la novela y saber de qué va. Te cuesta comprenderlo, por un lado. Por el otro, a mí no me gustó que, a pesar de ser el guion de Hugo Carrillo, lo llevaron a un nivel de caricaturización, tanto de los personajes como de la obra misma. Intentaron meter de manera forzosa una comedia forzada con algún guiño… algunas bromas que en general parecieran de mal gusto, en el sentido de un poco escatológicas, bastante sexuales, que pudiesen parecer chocantes al gran público; lo cual sí generó risas, pero también un poco de desconcierto porque es un guion bastante caricaturizado que más bien diría que lleva al extremo del ridículo a los personajes, cuando el tema que trata cada uno es demasiado fuerte como para intentar abordarlos desde ese enfoque».
«Otra cosa que no me gustó», continúa Moreno, «fue cómo presentaron al Señor Presidente, porque en la obra asturiana se plantea como un personaje un tanto abstracto y amorfo, porque trata de condensar ese espíritu de su tiempo, el de los grandes dictadores, de las grandes figuras de poder latinoamericanas que marcaron una época; sobre todo, por toda la represión y el conflicto social que generaron. No me gustó el hecho de que lo representasen con una cara reconocible y personificado como una botarga. Me gustó mucho el diseño escenográfico; aunque no me gustó la ejecución, el concepto sí. El diseño escenográfico está planteado con profundidad y en distintos niveles que te permiten un juego de planos muy interesante combinado con iluminación. Desgraciadamente la ejecución de la escenografía se siente barata, que no estuvo bien terminada».
Tengo que decir que el público guatemalteco no es exigente: se conforma con decir que el éxito de un montaje, un concierto o un espectáculo es una sala llena, cuando en realidad hay matices y contenidos que requieren rigurosidad, preparación, control de calidad y reevaluación. Aquí en Guatemala también aplaudimos en ovación a un payaso y a un doctor, corruptísimos ambos, que fueron presidentes seudodictadores y agresores sexuales, pero aún no estamos listos para esa conversación, ¿o sí?
Ver todas las publicaciones de Noe Vásquez Reyna en (Casi) literal