Era el año 1992. Cursaba el último año de mi Bachillerato con Especialización en Teatro. Unos meses antes de que acabara el ciclo escolar llegó la orden de desalojo. Simplemente el inoperante Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala dejaba a la ENAD en la calle. Tocó que salir a protestar. Nunca antes los estudiantes de la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD) habían salido a protestar a las calles, con maquillajes de mimo, para pelear por un espacio en algunas de las instalaciones públicas a cargo del Ministerio.
Tras negociaciones se logró un espacio modesto y con condiciones pedagógicas inadecuadas en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, pero por fin la escuela tenía un espacio propio. Sería de seguir peleando mejores condiciones, pero la ENAD por fin tenía una casa. Pasaron más de 30 años y, en vez de mejorar, las condiciones empeoraron. La ENAD no era bienvenida. El personal del Centro Cultural fue el enemigo número uno de la escuela. Incluso maestros, partícipes de las mafias enquistadas durante años, les hacían la vida imposible a los estudiantes.
Entre 1999 y 2002 fui maestro presupuestado de la ENAD, en las áreas académicas. En ese tiempo ya era preocupante la falta de una planificación y de programas de estudio adecuados, y el Ministerio brillaba por su ausencia. A pesar de todo, una vaga ilusión en medio de nada: a la ENAD le asignarían un terreno para construir la Escuela de Teatro en el Centro Cultural, pero por cuestiones administrativas al final se terminó construyendo la Escuela de la Marimba.
Ganando un sueldo de miseria y, encima, batallando contra un Ministerio enredado entre trámites burocráticos, jamás recibí una indemnización por los años de servicio y, por el contrario, terminé siendo deudor del Estado durante muchos años por una mísera cantidad que todavía era más alta que la cantidad que me tocaba recibir por indemnización.
Veinte años más tarde los docentes seguían ganando el mismo y paupérrimo salario que yo ganaba por aquellos años, y las condiciones de la ENAD estaban completamente deterioradas: sin insumos y sin nada para funcionar.
A principios de 2023, la ENAD, que era administrada por un grupo de exalumnos, fue expulsada de las instalaciones. Ellos trataron de salir con el mayor disimulo, pero las cosas tarde o temprano se supieron. Los maestros defendían la nueva sede, argumentando que tenía mejores condiciones. Y claro que las tenía, pero tal y como lo dije en su momento, eso sería sólo el trampolín. La ENAD se quedaba de nuevo como judío errante, desalojada.
Apenas pasó un año. Entró el nuevo gobierno con buenas intenciones, pero totalmente inoperante en los temas de cultura. Fiscalizar y volar cabezas era un buen augurio. Sin embargo, las mafias del Ministerio no están precisamente a cargo de los más altos cargos. Convenía al nuevo gobierno hacer limpieza total en ese antro. El presidente no quería dejar a muchos trabajadores sin empleo, sin entender que el objetivo de un Ministerio de esta naturaleza es atender las demandas de Cultura de un pueblo, más que darle trabajo a un montón de personas que siempre vieron en la institución la reposadera a donde iba a parar toda la clase parasitaria que desde su fundación vio a esta institución como la cueva de Alí Babá.
Al nuevo gobierno le convenía hacer una reestructuración y volar cabezas. La esencia de las mafias se ha quedado en cada una de las instituciones, y ello se refleja en la situación paupérrima que ahora vive la ENAD: reubicada en un rincón del Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala; que, más que histórico, es zona roja. Es triste ver exhibidas las miserias de una escuela que debió ser luz para una sociedad.
Mientras tanto, las mafias, cual garrapatas, siguen engordando sus propios erarios a costillas de las instituciones que nada tienen de culturales. Lo más preocupante es que hace algunos días me hablaron para una entrevista en un programa de radio conocido por su carácter crítico. En una entrevista anterior me preguntaron por el contexto del problema. Sólo dijeron que me llamarían, pero la llamada nunca llegó. Es obvio que ni a los medios de comunicación les interesan estos problemas. La cultura siempre es un tema que queda al margen y el secreto a voces de esas mafias que mueven a su sabor y antojo los hilos de las instituciones se ha normalizado tanto, que es mejor no darle importancia.
Sé muchas más cosas. He oído tantas cosas truculentas sobre el aludido Ministerio, que el espacio aquí no es suficiente para contarlas.
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