Talvez en algún lugar remoto de este mundo, el fútbol no sea religión y/o forma de vida. Quizás en ese lugar utópico los intelectuales se preocupen solo por la cultura y el gobierno no tenga que sacar comunicados sobre el resultado de un juego de fútbol. Si acaso ese lugar existe, seguramente no está en América.
El miércoles pasado se convirtió en una de esas noches que sonará a ficción cuando se las cuente a mis hijos dentro de veinte años. El árbitro, la CONCACAF y el universo conspiraron contra Panamá. Les juro, si yo hubiese querido escribir una historia de terror, no hubiese podido escribir una tan buena como esta: una tarjeta roja por una falta inexistente a mitad del primer tiempo, un penal inventado en el minuto 88 y uno dudoso en pleno tiempo extra. La reacción ante este acontecimiento ha sido impresionante y merecida.
Panamá es un país de pasiones y la selección nacional de fútbol es una de esas pasiones. Panamá, sin embargo, es también un país de resultados. Nuestro fútbol no tiene tanta historia como para cuentos de injusticias que nos unieron y finales perdidas a último momento. Bueno, al menos no lo tenía antes.
El árbitro se “equivoca”. La CONCACAF no se disculpa. Es más, la CONCACAF nos multa por sugerir que quizás no fue equivocación, sino mandato directo. Ya Estados Unidos había perdido en semifinales contra Jamaica, pero como una final Panamá-Jamaica no vende, México tenía que pasar.
La multa de $15,000.00 impuesta a la Federación es pagada en centavos recogidos por todos y cada uno de los panameños en distintos puntos del país. No sabemos qué viene después en la historia. Lo puedo inventar, claro está, ese es mi trabajo, pero para qué inventar finales (comienzos) ficticios cuando la realidad, por primera vez, supera a la fantasía.
Es lo que dije antes: el fútbol despierta pasiones (en los grandes, en los chiquitos, en los intelectuales, en los que no han abierto un libro en su vida, en los malos políticos, en los políticos honestos… en fin, en todos, tanto así que a veces parece ser la única condenada cosa que tenemos en común). Ojalá alguna otra cosa lograra la misma emoción (un libro, una obra de teatro, una pintura), pero como eso suena a utopía, conformémonos con el fútbol. Algo es algo (y me atrevo a decir esto con una bolsa de centavos recién entregados y la camiseta de la selección puesta).
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¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?
Mi querida Lissete, cuando del fútbol sale poesía, buena prosa (como la tuya) y se despiertan sufrimientos y alegrías, deja de ser fútbol: es pasión. Y eso es lo que tenemos en común todos los mortales. Y no es poca cosa… Desde aquí, me solidarizo con tu pena porque en mi país también pasan cosas feas a través del fútbol. Pero también muchas cosas buenas.
Estoy de acuerdo, el fútbol es pasión. Y si, pasan cosas fea en el fútbol. Es negocio. Y pasan cosas bellas. Por eso lo sentimos tan adentro.