Uno se ríe para no llorar. Mientras que Estados Unidos se hunde en protestas contra el racismo, por acá, donde uno vive, negar la historia y la realidad parece ser la orden del día. No debería sorprenderme, después de todo. En Panamá llevamos meses haciendo lo propio con el coronavirus y sin embargo aquí seguimos con una enfermedad que ya casi parece haberse vuelto parte de nuestra idiosincrasia nacional. ¿Nunca, nunca se irá?
Pero volvamos al racismo; ese que, según nos gusta decir por acá, no es nuestro problema. Es que los panameños —y peor aún, los centroamericanos— no somos racistas, dicen la mayoría. Acá, si acaso, somos clasistas, concederán algunos, porque algo tienen que aceptar. Pero no somos como Estados Unidos de racistas, claro que no.
Y bueno, algo de razón tengo que darles en eso. A Estados Unidos le encanta jugar el rol del número uno del mundo y en racismo no tienen competencia. Nadie es más racista que los gringos y lo son no solo con nosotros, los latinoamericanos, sino también entre ellos. Es el acabose. Pero que el problema sea peor en otros lugares no significa que no haya que poner las barbas en remojo.
Si eres de Centroamérica, ¿cuántas veces no has escuchado el famoso chiste de «mejorar la raza»? Porque yo lo he escuchado bastante, con el tono ese de que no es realmente un chiste, sino una obligación. Es verdad: nuestras sociedades no tienen un problema de racismo sistémico porque nuestra forma de vivir no está construida para ser racista y nuestras instituciones no fueron creadas sobre años y años de esclavitud, pero todo esto tampoco significa que no lo seamos.
¿Y cómo iba a ser de otra manera? La información que consumimos, el entretenimiento, las películas con las que crecimos y los shows con los que nos obsesionamos… Todos vienen del país más racista del mundo. El mensaje es claro: ser blanco no solo es deseable, sino el estándar. Lo normal.
A la hora que escribo esto, las protestas continúan en Estados Unidos. Mientras ellos luchan por encontrar una manera de salir de su problema sistémico, para nosotros el primer paso es otro: aceptar que el problema no solo es de otros. El primer paso es aceptar que sí, nosotros también somos bastante racistas. El problema es de todos.
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¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?
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