Elena Garro: semblanza mínima


Noe Vásquez Reyna_ Casi literalLos gatos eran importantes como narrar desde una textura y visión oblicuas; es decir, desde espejos convexos de cuenco de barro amalgamado con metales varios que nos dan matices de realidad y muchas figuraciones, perspectivas, sensibilidades e imaginaciones. En una entrevista que dio en 1974 a Gabriela Mora, Elena Garro resume el origen de sus obras en una frase simple: «A mí me interesaba de chiquita el revés de las cosas. ¿A ti no?».

Elena Delfina Garro Navarro nació el 11 de diciembre de 1916 en Puebla de Zaragoza, México, siendo la tercera de cinco hermanos, hijos del asturiano José Antonio Garro Melendreras y la mexicana de Chihuahua, Esperanza Navarro Benítez. La infancia y adolescencia en Iguala es una época que la autora recordará como la más feliz de su vida, interrumpida quizá por la realidad aparatosa que significó un matrimonio temprano y arrebatado, a escondidas de sus padres, aunque fuera con un futuro premio de Nobel de Literatura que, además, no quería «competencia en casa» y obstaculizó su talento y desarrollo intelectual, no sólo por el machismo rampante de las décadas de 1940 y 1950.

En el ensayo «Elena Garro o la abolición del tiempo», Patricia Vega escribe: «En cierto sentido, y a pesar de las diferencias históricas y generacionales, el matrimonio de Elena Garro y Octavio Paz llegó a representar para la vida cultural mexicana el equivalente a lo que la legendaria pareja dorada, integrada por Zelda Sayre y Francis Scott Fitzgerald, significó en los años veinte para los círculos artísticos de Estados Unidos. En ambos matrimonios confluyeron y chocaron belleza, inteligencia, talento, éxito, celos de sus mutuas capacidades creadoras y relaciones extramaritales. Cuatro personajes de los que, se dice, se adelantaron a su tiempo».

Elena Garro también fue todo un personaje de misterio, silencios y exageraciones. Un personaje inasible, vaporoso, atractivo, inteligente, cauto, amado y odiado a partes iguales, como la Mariana de su novela Testimonios sobre Mariana (1981), que tiene muchísimo de autobiografía. Sobre su vida, que estuvo marcada por el exilio, la política, las luchas sociales y un matrimonio tóxico con Octavio Paz, se puede leer: Elena Garro: lectura múltiple de una personalidad compleja, de Lucía Melgar y Gabriela Mora; La reina de espadas, de Jazmina Barrera; El asesinato de Elena Garro y Diálogos con Elena Garro, ambos de Patricia Rosas Lopátegui, quien ha dedicado mucha investigación sobre esta escritora mexicana que estudiosos y críticos afirman que es una de las más importantes del siglo XX, si no la mejor.

En la misma entrevista con Mora, Garro cuenta:

«Octavio fue a San Francisco con una beca Guggenheim. Y no quería volver a México. Él quería ser diplomático porque él no terminó Leyes y en México llevaba una vida muy triste; estaba empleado en la Comisión Bancaria, contaba billetes y los iba a quemar al rastro, era un empleo muy ínfimo.

»Yo me vine a México y él se quedó en San Francisco. Y me encargó que viera a [José] Gorostiza, para que le dieran un nombramiento chiquito dentro del cuerpo diplomático. Yo vi a Gorostiza, y a Ezequiel Padilla, que era ministro y era muy amigo de él. Entonces lo nombraron canciller en San Francisco. Después lo mandaron aquí a Nueva York como tercer secretario. Luego lo mandaron a París».

En sus viajes tanto como esposa de Paz como después de su divorcio, sus lecturas pasaron también por muchos lugares: Nueva York, París, Berna, Madrid; Japón, la India.

A Elena Garro también la cubrió una leyenda negra en México, que la señalaba como espía del gobierno represor de Gustavo Díaz Ordaz, que acabó a sangre y fuego con el movimiento estudiantil de 1968, en Tlatelolco. Sin embargo, en archivos desclasificados de la Dirección Federal de Seguridad se han localizado informes de los agentes encargados de espiarla.

«Salí de México porque en 1968 fui involucrada en un asunto político muy grave y se me acusó de ser responsable de ese conflicto. Y era mentira. Como nunca tuve oportunidad de expresarme, de hablar ni de defenderme, quedé en un terreno de nadie y me convertí en no persona.

»Es decir que perdí todos mis derechos civiles, de escritora, de persona. No podía presentar una queja, mis libros fueron recogidos [sacados de circulación] y sólo se me insultaba por el periódico. Y como no se me dio ninguna oportunidad de defenderme, pues me fui de México».

Que esta semblanza mínima sea una invitación a la lectura de una autora valiosísima y magistral que pasó desterrada y olvidada bajo las sombras de hombres poderosos que ningunearon su arte y su manera de ver el mundo. Por fortuna, para generaciones como la mía y venideras, ahora disponemos no solo de sus libros, sino de muchos estudios sobre su obra. Yo la conocí con Testimonios sobre Mariana y los Cuentos completos, tendré que seguir con Los recuerdos del porvenir y la obra de teatro Un hogar sólido.

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