La melancolía y el propósito del arte


Gabriel García Guzmán_ Perfil Casi literal

Quiero que mi bibliografía sean los atardeceres, que mis catedráticos sean los ocasos donde me derrumbé hasta que llegaba la madrugada, quiero que este ensayo no tenga citas al pie de página, quiero que al leerlo sea yo leído en él. Quiero, en fin, un ensayo lírico.

¿Qué tienen en común Larra, Delacroix, Franz Liszt? A veces pienso que todos los códigos comunicativos son semejantes, incluso idénticos o equivalentes. Tanto comunica el Werther de Goethe como los Nocturnos de Chopin.

Una lágrima es una lágrima, sin importar qué la motive. Y el viento  será siempre el pañuelo que enjugue nuestras apreciaciones artísticas. Al final todo el arte será menos que viento, y se disolverá en la nada junto con sus creadores y espectadores. Tan efímeras son nuestras grandezas mejor logradas, nuestros códigos soberbios.

Hoy siento que puedo despedazar las obras maestras con el patetismo de un «te quiero», estrellándose en el azul sin nombre. Hoy siento toda la magnanimidad de la obra anónima que no es catalogada por las galerías, y sin embargo, debiera…

Hoy, hoy siento rodar por mis dedos los besos que no he dado hasta quedar tendido en la escarcha. Y sin embargo busco el arte, busco ese substituto de la belleza femenina, ese hedonismo pueril del que se deja seducir estéticamente por los seres inanimados.

Hoy desearía descender con Emma y Ana hacia la nada de la desolación, verlas postradas de dolor. Hoy quiero contemplar al Sr. Karenina aferrarse al Evangelio, traspasado de una agonía que le aniquila; hoy quiero observar a Charles y saber que sufre en su desesperación sorda. ¿Queréis más bibliografía para morir, sabios?

Yo recuerdo a una dama en Cartago, que se enamoró dócil de un valiente, y se entregó a él, y fue suya, y al verle partir se atravesó con su propia espada, como si él mismo la matara al huir de sus brazos. Y Dido murió una noche, enamorada y perfecta, como mueren todos los traspasados por el amor…

También recuerdo a un caballero, quizá mi único amigo en este mundo; y él se mató con las armas del esposo de su amada; vestía un frac azul y un chaleco amarillo. Y no murió instantáneamente, agonizó por horas, como por horas agoniza cualquier enamorado… sin que le descubra nadie.

Y ahora que estoy casi sin palabras, al borde de agotar mi voz, que es poca, quiero recordar a un hombre que vale por varias generaciones de hombres: Beethoven. Si pudiera condensar toda la melancolía, tendría que depositarla en una nota, y esa nota la encadenaría a otra, en un ritmo que jamás termine… Eso lo logró él, en su Claro de luna (Sonata para piano No. 14, en do sostenido menor “Quasi una fantasia”, Op. 27, No. 2).

*

Con este último ejemplo queda ilustrado cómo usamos demasiados embelecos para nombrar la tristeza; como si alargando el título doliera menos, en un eufemismo académico de siglos. Así queda ilustrado, además, cómo nos valemos de metáforas (a veces musicales) para indicar nuestros dolores, nuestras pequeñas muertes. Y así, disfrazados torpemente, sufrimos a través del tiempo, dándonos agudos aguijonazos de vez en cuando. Tal es el propósito del arte: llegar a la atroz melancolía.

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3 Respuestas a "La melancolía y el propósito del arte"

  1. La poesia lirica puede ser facilmente nutrida por la tristeza, en cambio con la felicidad no sucede lo mismo. Puesto que la felicidad no percibe fin, ella es el fin.

  2. Alí Jayyam dice:

    En nombre de Casi Literal, lo agradecemos. Es un honor poder compartir literatura de una forma tan cercana con nuestros lectores y lectoras. Un cordial saludo.

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