“El feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres somos personas”.
Angela Davis
Con la fiebre de las olimpiadas no sólo han surgido comentarios sobre las destacadas participaciones o la cantidad de medallas de oro que van adquiriendo cada uno de los países. Uno de los temas con mayor presencia en redes sociales ha sido el sexismo con el que se reportan y entrevistan a las atletas femeninas. Pareciera que estas mujeres, que llevan años preparándose para ser seleccionadas como representantes olímpicas en sus países, sólo lo han hecho para que nos fijemos en sus peinados, en sus faldas cortas y, claro está, en sus culos.
Si hacer cualquier tipo de comentario dentro del marco del deporte que no esté relacionado con la preparación y alto rendimiento de la atleta es patriarcal, a diferencia de los deportistas masculinos, las mujeres no sólo deben enfrentarse a ser escrudiñadas por sus habilidades sino también pasar por los filtros culturales y de mercado. Un claro ejemplo de esto son las jugadoras de voleibol de equipos como Brasil, Reino Unido y Alemania, quienes como norma usan pequeños trajes de baño como uniformes oficiales, que a su vez son juzgados y sometidos a largas discusiones para ser reducidos cada vez más con el fin de atraer más atención del público masculino, como si solamente los hombres tuvieran la capacidad de ver deportes y fueran ellos el único público al que se debe llegar.
Del otro lado de la moneda, tenemos críticas contra las mujeres que deciden no seguir el patrón del bikini y usan el hiyab, ya sea como aceptación propia de su cultura o porque son sometidas a ello. De todas formas son juzgadas por no mostrar sus cuerpos cuando en realidad una pieza de ropa no te hace más o menos mujer o feminista. Adicionalmente, seguir creando mitos sobre el uso del hiyab también reafirma la concepción eurocéntrica de que sólo existe un tipo de feminismo, en vez de tratar de concebir que muchas mujeres decidan vestirse con la burka por decisión personal. Lo que para nosotros puede ser la libertad de usar lo que gustemos, para ellas es un arma de doble filo que nos oprime con modas que objetifican e hipersexualizan.
Como sea, las mujeres estamos pagando un canon cultural por participar dentro de este mundo en el que se ha privilegiado y enfatizado la presencia masculina. No basta únicamente con prepararse invirtiendo años de nuestra vida en una disciplina para lograr la excelencia, también es necesario, dentro de esta visión androcéntrica, complacer a un público que simplifica la existencia femenina.
No es bueno ni malo el uso del bikini o de la burka. El uso de cualquier tipo de vestimenta debe ser un derecho independientemente si se es hombre o mujer. El problema recae cuando este derecho de elección es vetado y se está siendo obligado a acatar un reglamento o norma cultural impositiva, ya sea por una estructura que quiere lucrar exhibiendo tetas o por una estructura que considera tabú el cuerpo humano, ambas sexistas y explotadoras en su forma.
Al final, seguir enfocando nuestros esfuerzos a cuestionar la apariencia física de las mujeres en vez de verlas como seres humanos con capacidades atléticas, intelectuales y humanas, no sólo sigue empoderando las diversas formas de machismo que hay, sino que a su vez nos sigue reduciendo a las mujeres a nuestra apariencia física. Precisamente por esto invito a releer el epígrafe con el que inicia este artículo. Como mujeres no estamos pidiendo nada fuera de este mundo. ¿Tan difícil es ser simplemente tratadas como humanos?
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¿Quién es Corina Rueda Borrero?