No existe algo como una simple opinión. No porque sea tu opinión tiene que ser respetada, no porque sea tu opinión es válida y mucho menos tiene por qué ser propagada o escuchada. Hay opiniones que en nombre de la libertad de expresión han incitado a las peores catástrofes que hemos tenido como humanidad.
Bajo la libertad de expresión Hitler llamó a condenar a los judíos y se llamó a segregar racialmente durante siglos a los afrodescendientes e indígenas ―eso sin considerar que también se difundió que eran menos que animales― y también se sigue incitando al odio acérrimo contra determinados grupos de personas como musulmanes, población LGBTI y mujeres.
Con el discursito de la libertad de expresión atorado en la garganta vemos cómo se les da bandera blanca a anuncios publicitarios que hipersexualizan y objetifican el cuerpo de la mujer, tal es el caso de una nueva franquicia de papitas fritas que insiste en hacer anuncios donde comparan su mercancía «de verdad» contra el cuerpo de una mujer voluptuosa de senos operados. ¿Esta «libertad de expresión» da derecho a utilizar el cuerpo de las mujeres, simplificarlo y compararlo con papitas fritas? Por supuesto que no, pues seguir manteniendo estereotipos es otra forma de violencia.
Con el escudito de la libertad de expresión y el argumento de «es solo mi humilde opinión» o «esa es mi opinión y debes respetarla» hay en redes sociales una manada de misóginos que creen que está bien escupir odio contra las mujeres, revictimizándolas por ser acosadas, violadas o asesinadas y sin contar la multitud de pederastas en potencia que lo primero que dicen cuando una menor de edad desaparece son cosas como «bien que les gusta estar calentando», «calientan la comida y después no se la quieren comer», «esas muchachitas saben más que uno» o ―la que más asco me da― «por eso es que después las violan».
Que exista la libertad de expresión no nos da licencia para decir lo que se nos da la gana; los discursos de odio no forman parte de esta libertad porque van contra la dignidad de otras personas y cuando tu discurso ―que asumes como libre― flagela los derechos de otros, es cuando dejas de tener potestad para decir lo que quieras.
Hay comentarios machistas, diversofóbos, xenófobos y/o racistas que no merecen ser incluidos en ningún acápite de la libertad de expresión, esto por más que creas que un tweet o que tu comentario que incluye al final un «Dios te bendiga» no daña a nadie. La violencia no es aislada sino sistemática y se presenta en diferentes formas.
Así que, siendo irónica ante todo, y utilizando en ancho mi libertad de expresión, diré aquí claro, en alto y en mayúscula cerrada el siguiente mensaje a los machistas, a los fundamentalistas y en general a todos los que crean que debo respetar su «humilde opinión» por más infame que sea: TU LIBERTAD DE EXPRESIÓN ME DA ASCO.
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¿Quién es Corina Rueda Borrero?