Desobediencia civil


Michelle Juárez_ Casi literalAcabo de encontrarle sentido a la pedagogía y recuperé un pellizco de fe en la humanidad. Durante seis meses me sumergí de cabeza en un proceso de aprendizaje del que ignoraba cuál sería el resultado. No sabía si saldría humillada, decepcionada, frustrada o —talvez, quizás, a lo mejor— algo menos que disgustada.

Con mi natural escepticismo dije: «Bueno, vale la pena intentarlo. Realmente nunca dejamos de aprender y más bien lo hago como un acto de desobediencia civil recalcitrante porque aprender en este país es eso: un acto de rebeldía pura y dura».

Nunca imaginé la tremenda sorpresa que me llevaría cuando la suerte me hizo coincidir con treinta y tantos jóvenes que se estrenaban como universitarios. Para colmo, se atrevían a hacerlo en las condiciones más retadoras que he vivido a mis casi cincuenta años: intentos de aprendizaje en tiempos de pandemia. Sí, la época COVID-19 supera el miedo a la violencia urbana de la década de 1990, la incertidumbre del cambio de siglo y de la maternidad.

Pues resulta que este grupo de visionarios mecatrónicos en formación estaba más dispuesto que yo a la aventura. Claro, son casi unos niños. De hecho, había uno de tiernitos dieciséis. Cuando le pregunté: «¿Qué haces en la universidad?» Me respondió con sinceridad brutal: «¡No tengo idea!»

Lo cierto es que nos conocimos en enero y recién ahora que acabó el semestre estamos a punto de despedirnos, pero la travesía no fue en vano. Al contrario, fue más que productiva y satisfactoria, por lo menos para mí. Juntos descubrimos nuestro talento para la comunicación al aceptar el reto de producir cinco publicaciones que resultaron geniales.

Aunque ellos y yo consideramos que fue «Sin neurona» y rebuscando «Entre la pena y la pepena», decidimos explorar «los límites de lo razonable» para rebasar «la línea entre los sueños» y descubrir «la belleza más peligrosa» al expresar nuestras emociones, opiniones y pensamientos de forma coherente, pertinente y sugerente, apropiándonos del lenguaje y exprimiéndolo a nuestro sabor y antojo. ¡Fue estimulante!

Si por alguna extraña razón a partir de julio de 2021 ingresas al sitio web de la Universidad del Valle de Guatemala, busca la publicación del proyecto del Curso de comunicación efectiva, sección 80. Te volará la tapa de los sesos el creativo, coherente y consistente libro que estos extraordinarios jóvenes nos han obsequiado.

Ellos fueron la llave para abrir de nuevo mi mente y corazón a la cátedra universitaria. Supuestamente yo era la facilitadora del curso, pero la realidad es que ellos fueron los maestros. Me enseñaron que la capacidad para deleitarnos con las palabras jamás dejará de sorprenderme.

Gracias, patojos. Sigan manifestando su desobediencia civil a través de la expresión libre de dobles infinitivos y pleonasmos, pero prisionera de la belleza y el talento que son capaces de compartir con el mundo.

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