El fantástico fracaso de Joker: Folie à Deux


Angélica Quiñonez_ Casi literalHace mucho tiempo publiqué una reseña de Joker, una película técnica y visualmente muy buena cuya trama sólo sorprende a quienes nunca vieron una película de Scorsese. Pero lo más deleznable de la película fue que le sumó otro avatar a la legión de tipejos emocionalmente incompetentes que creen que escribir vulgaridades en redes sociales califica como anarquismo, y que vieron en Arthur Fleck una validación de la violencia como respuesta a su propia inconformidad. Joker fue aplaudida por estos ridículos como una película sobre salud mental y análisis social del crimen, muy a pesar de que esa jamás fue su intención ni su verdadera trama… hasta que llegó la secuela.

Joker: Folie à Deux fue anunciada en 2020 luego del aplastante éxito taquillero de su predecesora. Armado con un presupuesto estratosférico, mayor control creativo y el reconocimiento de once nominaciones a los premios Oscar, el director Todd Phillips decidió ahondar en su estudio del personaje protagónico. Tras explorar la inmanencia del fracturado estado mental de Arthur Fleck en su primera cinta, Phillips optó por analizar las consecuencias externas. También es evidente que Phillips no estaba muy cómodo con la interpretación de los millennials grasosos que orgullosamente se comparaban con su protagonista con la misma fascinación ignorante que les suscitan personajes como Rick Sánchez, Walter White o Wade Wilson.

En esta segunda parte el director decidió agregar al personaje de Harley Quinn —la infame y turbulenta pareja del Guasón— para contrarrestar el subtexto misógino presente en su primera parte. También decidió sumar dos escritores, entre los cuales resalta la persona que muy probablemente confirmó la decisión de hacer que esta secuela fuera un musical de rocola: Lady Gaga.

En papel, esta película debería ser una joya: nada grita «guasón» como la espontánea emergencia de una canción o un baile. Y por ahí leí la opinión estúpida de que los musicales son siempre alegres, pero sé que personas un poco más cultas esperaban la sordidez carnavalesca de Moulin Rouge! o algo de la oscuridad dramática de Sweeney Todd. Ambas obras emplean la música para ahondar en un mensaje sobre la rebelión del individuo contra la sociedad, y en ambos casos es el amor lo que desata la crisis del protagonista. De hecho, Moulin Rouge! también es un musical de rocola que hila brillantemente canciones icónicas de Madonna, Queen y The Police con la trama inspirada por La Bohème. (Lo siento, pero voy a usar cualquier excusa para una tangente sobre Moulin Rouge!).

Así que con la segunda entrega de Joker había altísimas expectativas desde la crítica, desde los estudios usureros y desde los espectadores castrosos en playeras de superhéroes. Se habló de una ovación de doce minutos en el Festival de Cannes y hasta del lanzamiento de un nuevo disco de la Mama Monster… Pero el resultado fue totalmente inesperado.

Joker: Folie à Deux no termina de decidir si es un drama legal, un drama de prisión o una deconstrucción de la comedia romántica. La actuación de Joaquin Phoenix es aún mejor que en la cinta anterior, ahondando en la fragilidad animalística de Fleck, pero desentona con una Lady Gaga que claramente vino por un performance que evoca sus inicios como ícono de controversia en el pop. Incluso la premisa de juzgar al Guasón pierde fuerza cuando las escenas de la corte descienden a una típica defensa por razón de demencia. El «Príncipe Payaso del Crimen» no tiene ni crímenes ni payasadas. Hay quienes ignorantemente repiten que Lady Gaga cooptó esta cinta para tener un momento feminista woke, pero eso tampoco es cierto. Simplemente fue una mala apuesta en el nombre de la creatividad: una sopa con demasiados cocineros; o más bien, una sopa preparada por varios artistas con hambre de relevancia.

Y quizá lo peor es que esta película falla incluso en el nivel de pretensión artística para un género tan polémico como el musical de jazz. La regla número uno de estas obras es que, si puedes recortar una canción sin perder el avance de la trama, lo hiciste mal. En ese sentido, Joker: Folie à Deux se parece más a un álbum de concepto, y en este caso es aún peor porque las interpretaciones vocales de Gaga y Phoenix (que por cierto, también es un excelente cantante) son más actuación melodramática que música, sin el menor amor al jazz o al legado de las canciones seleccionadas. Irónicamente, el álbum de jazz de Lady Gaga, Harlequin, trae versiones sonoramente preciosas que evaden completamente el tono y sentimiento de la cinta.

Aunque concebida con total libertad creativa y sin restricciones de estudio, ninguna de las decisiones de esta película tiene sentido. Y eso quizá sea lo más fascinante de este suceso: nada podría ser más guasonesco que destruir las expectativas, las ambiciones y los egos de las mismas personas que crearon el fenómeno de Joker. Después de todo, a Arthur Fleck siempre le gustó ver al mundo arder.

Ver todas las publicaciones de Angélica Quiñonez en (Casi) literal

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

4.3 / 5. 37


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior