La Barbaridad: Barbie en los Óscar


Angélica Quiñonez_ Perfil Casi literal 2Cuando era niña me encantaba jugar Barbies. Diferente de las muñecas bebé que no dejan de darme algo de miedo, la muñeca de la rubia despampanante me dejaba entender (o más bien, tratar de interpretar) la vida adulta. Barbie tenía su propio teléfono, su propio Jeep y su propia casa. Tenía un guardarropa que me prometí que copiaría cuando fuera más grande. Y, sobre todo, tenía la libertad para ser todo lo que yo quería, tal como dice su eslogan. No es que yo soñara con ser diseñadora de modas ni dentista ni maestra ni directora de cine: mi Barbie tenía la certeza de que nunca iba a ser rechazada por los demás. Y esa fantasía es muy reconfortante cuando eres la niña sin amigos.

Ya bien entrada en los 30 compré mi boleto y mi atuendo rosa para ir a ver la célebre película de Greta Gerwig. No voy a decir que fue una experiencia sublime, pero me sorprendió un guion bastante creativo que enfrenta todos los discursos a los que Barbie y todas las mujeres estamos sometidas. Gerwig y Noah Baumbach tenían la titánica tarea de humanizar un juguete que ha protagonizado cuentos de hadas, fantasías sexuales, escándalos raciales, manifestaciones feministas y hartas parodias y copias. Barbie es quizá el mejor objeto discursivo de lo que significa la feminidad en cada década. De ahí surge la necesidad de diversificar sus profesiones, etnicidades, edades y tallas para acatar a la narrativa más contemporánea (y, obviamente, más vendible).

De más está decir que Barbie fue el mayor éxito taquillero de 2023 y de la historia de Warner Bros: no solo un hito para una producción escrita y dirigida por una mujer, sino un sorprendente logro para una comedia. En la industria del cine las comedias son difíciles de vender porque sus guiones están sujetos a un contexto cultural muy específico y complicado de traducir. A esto sumemos los tabúes y paradigmas que rodean a la mujer dentro de la dinámica cómica. Barbie continúa la tradición noventera de la comedia romántica donde la mujer debe ser el punto empático de la historia: debe ser la voz de la razón y no el sujeto ni objeto del chiste: la straightwoman con la que la espectadora se siente identificada y no disgustada. Barbie elimina el factor de romance en su trama y centra su premisa en la dicotomía de género entre Barbie y Ken, inevitablemente dándole al personaje masculino el rol del punch-line; es decir, el remate del chiste.

Muchos espectadores fueron muy vocales en su rechazo hacia esta representación caricaturizada de la masculinidad, acaso porque el rol de personaje infantilizado y absurdo normalmente le corresponde a la mujer (los chistes de suegras y esposas son básicamente un subgénero de comedia) o acaso porque vieron los atisbos de verdad en el centro de la broma. Sin embargo, al desarrollar al personaje de Ken como esta compleja subversión de los sexos, los guionistas terminaron dándole un rol más interesante, emotivo y cautivador que el rol seguro de Barbie. Como consecuencia, Ryan Gosling (Ken) recibió la nominación al Óscar para mejor actor; y ni Margot Robbie ni Greta Gerwig recibieron reconocimiento de la Academia por su actuación ni dirección.

A manera de consolación, la Academia nominó a América Ferrera como mejor actriz secundaria por el papel de Gloria. A fin de cuentas, Gloria, que es madre, casada, latina y de cuerpo curvilíneo (lo que Hollywood llamaría gorda) es un personaje mucho más interesante que la Barbie protagonista; su bagaje de experiencia le otorga sinceridad a ese monólogo sobre lo imposible de ser mujer.

Pero volvamos a la verdadera razón detrás de los premios. Por divertido e inteligente que sea el guion de Gerwig y Baumbach, las interpretaciones de Gosling, Robbie y Ferrera fueron solamente efectivas. Son personajes de tropos conocidos y escasas dimensiones, especialmente cuando se les compara con otras comedias de la temporada como Poor Things, Saltburn o May December. Estas nominaciones corresponden con un esfuerzo más claro de la Academia por volver a enamorar a un público que desde hace mucho tiempo dejó claro que los filmes artísticos no le interesan; y que, de paso, ya está cansándose de las películas de superhéroes.

La Academia añora esa relevancia y glamur que tuvo en el Hollywood de antes, pero en un entorno más inclusivo y diverso y equitativo. Saben que las nominaciones y premios elevan el valor de una película —y con ello la rentabilidad de sus estrellas y productores a futuro—. Lamentablemente, al sacar de la ecuación a las mujeres que encaran el fenómeno de Barbie, olvidaron la verdad más importante de la franquicia: nadie quiere jugar con la chica rechazada.

[Foto de portada: Propíedad de Warner Bros Pictures]

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