Pam & Tommy: sexo, mentiras y videotape


Angélica Quiñonez_ Perfil Casi literal 2«Los niños de los 90’s lo entenderán», rezan los perezosos memes en mis feeds. A medida que los millennials envejecemos llega el momento en que el inevitable ciclo del retro nos obliga a contemplar con nostalgia, amargura y estupefacción la década en que crecimos. No es ninguna sorpresa que las anteriores décadas vuelvan a influenciar el entretenimiento y el arte: el pasado suele ostentar una inocencia (o más bien una ignorancia) reconfortante. Pero diferente de otras generaciones, los millennials crecimos con un sentido de permanencia invariablemente atado a la tecnología. Y creo que esa es la intención detrás de la nueva serie de Hulu: Pam & Tommy.

La serie se basa en los sórdidos e inverosímiles eventos alrededor de la divulgación de una película casera protagonizada por Pamela Anderson, la mujer con más portadas de Playboy en la historia, y su esposo de ese entonces, Tommy Lee, el baterista de Mötley Crüe. La cinta de 54 minutos muestra a la pareja durante su luna de miel —tras haber contraído matrimonio cuatro días después de conocerse— incluyendo 8 minutos de actividad sexual en un carro, en un yate y en otros sitios donde la urgencia apremia. De acuerdo con un artículo investigativo de Rolling Stone, la venganza de un exempleado de la pareja condujo a que la cinta fuera robada y difundida en la vorágine de la World Wide Web. No quiero entrar en demasiados detalles porque difícilmente puedo hacerle justicia a la rareza de toda esta historia que incluye celebridades porno, copiosas cantidades de cocaína, columpios eróticos y una piel de yak.

Pam & Tommy bordea una compleja línea entre comedia y biopic: es muy difícil mantener la cordura cuando los eventos reales son tan sórdidos que desafían a la ficción más depravada. Sin embargo, cabe observar que la dirección y autoría han tomado una actitud muy diferente a la que los medios le permitieron a Lee y, especialmente, a Anderson en 1995. En esa época la cinta se convirtió en el evento definitivo, y argüiblemente destructivo, para la carrera de la actriz de Baywatch. Mientras Lee conservó su imagen de rockero rebelde, su esposa fue expuesta al ridículo y el acoso de miles de desconocidos. No existían las bloggers feministas ni los adherentes a la sexualidad positiva: en la década de 1990 (e incluso en la del 2000, como podrían decir Paris Hilton y Kim Kardashian) las celebridades, especialmente femeninas, eran blancos perfectamente aceptables para el morbo y la santurronería del vulgo. Pero el nuevo milenio poco a poco ha deconstruido esa absurda dicotomía.

En los 2020’s controversias como el Fappening trajeron una nueva perspectiva sobre lo que implica la privacidad de la red. El evento que Jennifer Lawrence calificó como un «crimen sexual» hizo públicas centenas de fotografías privadas almacenadas en la nube de Apple. Poco a poco hemos llegado a comprender que la mejor tecnología no puede salvarnos de la peor parte de la humanidad. El cyberbullying ha reportado alarmantes cifras de víctimas de suicidio. Plataformas como Secret han sido clausuradas por facilitar el acoso y el contacto con depredadores sexuales entre adolescentes. Y ya más de 40 estados americanos cuentan con leyes específicas para penalizar el revenge porn: el acto de divulgar imágenes o videos de carácter íntimo que fueron sustraídos de una persona que las compartió en contextos sentimentales o privados. Sin embargo, la volatilidad de la web aún no permite que la ley y la moralidad tengan bases ni consecuencias consistentes. Aún dependemos de una evolución más sabia y compleja para entender la compasión.

Quiero pensar que la exposición de personas «normales» a la decadencia y el morbo de Internet ha procurado una nueva y esperanzadora sensibilidad: el movimiento #FreeBritney humanizó a la cantante que antes era un chiste fácil; y la desafortunada dick pick de Chris Evans fue soterrada por una legión de fans que se dedicó a reportar cada réplica y poblar los hashtags con imágenes del actor vestido de superhéroe.

Quiero pensar que estamos siendo un poco más consecuentes y que podemos ver el daño que la cultura misógina y objetificadora de la celebridad nos ha dado, pero luego veo la cantidad de hits que tiene la cinta granulada de Pam y Tommy en los sitios de porno y… bueno, solo diré que prefiero volver a la era de piedra.

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