¿En qué momento se jodió El Salvador?


Rodrigo Vidaurre_ Casi literal¿En qué momento se jodió el Perú? Así comienza mi novela favorita del idioma español. No pretendo tener la genialidad de Vargas Llosa —muy poca gente en la historia la ha tenido—como para contestar la pregunta a través de una narrativa punzante y precisa que analiza los niveles de corrupción anidados en un país cuyo único diagnóstico posible es jodido. Lo que sí puedo hacer, como cualquier latinoamericano, es tomar textualmente la pregunta de Vargas Llosa y hacerla sobre mi propio país: ¿en qué momento se jodió El Salvador?

El vicio del presentismo produce miopía histórica: El Salvador se jodió con Nayib Bukele, con Mauricio Funes, con Tony Saca. Y sí, cada uno de ellos parece haberse dado a la tarea de devolvernos un país más jodido que el que encontró (algunos con más éxito que otros). Pero ellos no jodieron El Salvador, no en el sentido de arruinar algo que antes funcionaba bien.

El Salvador se jodió con los quince años de neoliberalismo de ARENA, dicen las izquierdas. Los derechistas dicen que se jodió gracias a la guerra civil, entendida por ellos como algo que la guerrilla le hizo al país con el fin de joderlo. Es innegable que el conflicto armado le causó a El Salvador una herida tan profunda que ni los análisis más exhaustivos comienzan siquiera a tocar su superficie. Pero como cualquier estudioso casual de historia sabe, las guerras civiles solo explotan en países que ya están bastante jodidos.

Tuvo que ser antes; con el gángster de Romero, con el sanguinario de Molina, con el belicista de Sánchez Hernández. Aquí ponen la línea los nostálgicos. Es fácil y hasta entendible pensar en Julio Rivera como el último buen presidente; heredero de una tradición reformista iniciada por Óscar Osorio en la década de 1950, pues al lado de los políticos actuales hasta el matón de José María Lemus parece de un carácter moral impecable. Pero si no ponemos la barra tan baja, admitimos que el país ya estaba jodido con ellos también.

Roque Dalton es de la opinión que fue en 1932, año en que todos los salvadoreños nacimos medio muertos. Tiene un punto: la masacre campesina fue el debut de un tirano cuya violencia apenas cabía en un país tan pequeño: Brigadier Maximiliano Hernández Martínez. Pero incluso Martínez, que creció bajo las oligarquías cafetaleras de Ezeta, Regalado y los Menéndez, nunca pudo presumir un El Salvador que no estuviera jodido.

Quizás El Salvador se jodió cuando Francisco Dueñas mandó a fusilar a Gerardo Barrios en 1865, o cuando Antonio Pinto le hizo lo mismo a Francisco Morazán, matando con él no solo a Centroamérica sino al amor por Centroamérica. Pero si leemos los escritos de Morazán, la impresión que nos da no es la de un hombre cuyo país estaba a punto de joderse, sino la de un héroe que luchó con su vida para levantar a un país profundamente jodido. Lo mismo percibimos con otros próceres centroamericanos como José Cecilio del Valle, quien veía un país tan jodido que su única esperanza era una mezcla entre un milagro, un Tío Sam benevolente y un canal en Nicaragua.

Se me van acabando los años de historia, así que es muy posible que El Salvador se haya jodido cuando Pedro de Alvarado cruzó el río Paz y arrasó Cuzcatlán con un destrozo que, en sus propias palabras, «fue tan grande […] que en poco tiempo no había ninguno de todos los que salieron vivos»; mas si consideramos que los pipiles practicaban sacrificios humanos y vivían en guerra perpetua contra los quichés y los cakchiqueles, quizás podemos concluir a fin de cuentas que El Salvador nació jodido y que la verdadera tragedia es que después de tantos años no estamos ni cerca de arreglarlo.

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