Quizá en este punto ya es mundialmente conocido el escándalo de cómics más grande de 2021: Superman está en una relación gay. Y no solo eso: el héroe que luchaba por «la verdad, la justicia y el modo americano» ahora lucha «por la verdad, la justicia y un mundo mejor». Como era de esperarse, grupos religiosos y homofóbicos progres han tomado la palabra. Dicen que es innecesario para la historia, que es propaganda globalista, que es la ruina definitiva del personaje. Uno de los coloristas de la serie incluso renunció en un arranque de ira. Así que por supuesto que vamos a volverlo un tema.
Este próximo noviembre se estrena la quinta edición de Superman: Son of Kal-El, que sigue las aventuras de Jonathan “Jon” Kent, hijo de Clark Kent y Lois Lane. El personaje surgió en 2015 y ha tenido varias versiones que convergen en puntos clave. En las ediciones post-Crisis en 2016, Jon Kent comienza a descubrir sus poderes y a entender su compleja descendencia humana-kriptoniana. Asume también el rol de Superboy (que anteriormente pertenecía a Conner Kent, el clon híbrido de Superman y Lex Luthor e integrante de los Jóvenes Titanes) e incluso se alía con Damien Wayne (Robin) para formar la Legión de Superhéroes en el siglo XXXI. Pero este año, más allá de los clones extraterrestres y las guerras multidimensionales, el personaje enfrenta un nuevo reto: Jon Kent (y, por ende, Superman) expresará abiertamente su bisexualidad en una relación interracial con el periodista Jay Nakamura.
No es nada nuevo que las identidades de los superhéroes pasen por varios nombres y orígenes, como evidencia la legión de Robins. Tampoco es novedad que haya personajes LGBT en los cómics, como evidencian Batwoman (2006) y la dupla de Harley Quinn y Poison Ivy (2015) —aunque me atrevo a decir que existe una fetichización que abraza la homosexualidad femenina, pero esa es pelea para otro día—. Ni siquiera es novedad que Superman se involucre en temas políticos, como cuando golpeaba Nazis o aquella vez que instituyó una dictadura global. Todos esos son tropos ampliamente conocidos por las personas que, de hecho, sí leen el contenido antes de esperar que el cine lo adapte o Twitter lo saque de contexto.
Esta atrevida decisión de DC se suma a una larga historia de representación de temas políticos en el medio, pero también a una constante exploración de las dinámicas humanas a través de personajes canónicos. Diferente de otros medios literarios, el cómic es estrictamente intertextual. Sus autores deben conocer y entender el panteón histórico de sus héroes y simultáneamente subvertirlos hacia las tensiones modernas. Claro, ha habido decisiones bastante tontas, como aquella vez que Marvel hizo un melodrama sobre el 9/11, pero también han existido disecciones más complejas sobre cómo las personas entendemos la naturaleza del bien y el mal.
El encanto de los personajes de cómic es que alimentan un legado de valores que constantemente enfrentamos y reinventamos. Por eso es tan importante que Superman, el ícono judeocristiano de la cultura americana, adopte una perspectiva más descentralizada en su famoso lema. Por eso es tan necesario que, en una era de violencia contra las personas asiáticas, haya un personaje románticamente involucrado con una. Y sí, sigue siendo necesario que existan íconos positivos para la comunidad LGBTQIA.
Muchas personas argumentan que sería preferible que existiesen nuevos roles para este tipo de personaje en lugar de usurpar los personajes icónicos de la heterosexualidad. Y es cierto, sería ideal que las personas se interesaran por las narrativas de la diversidad sexual al grado de buscarlas y demandarlas, pero la realidad es que la audiencia aún tiene una larga curva de aprendizaje hacia la apreciación y aceptación de estas. Si mañana se creara un nuevo superhéroe gay, ¿quiénes estarían rogando por su adaptación al cine? ¿Seguiría siendo un emblema de la otredad?
Mientras tanto, la reinvención de personajes icónicos, heroicos y apreciados es una buena vía para introducir el interés por estas comunidades y sus historias. Pienso en cómo, más de doscientos años desde la abolición de la esclavitud, perseveran actitudes y sistemas abiertamente racistas. La humanidad es rápida para odiar y lenta para aprender, y nos espera una larga travesía para construir algo parecido a la equidad. Talvez un superhombre nos lleve volando para hacerla más rápido.
[Imagen de portada: DC Comics]
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