Tenemos que hablar de Euphoria (lo siento)


Angélica Quiñonez_ Perfil Casi literal 2Una parte de mí quería pasar toda esta tendencia en perfecta indiferencia, en espera de la siguiente noticia cataclísmica (o melodramática, no importa). Sin embargo, el discurso parental y aparentemente didáctico que se le ha atribuido a esta serie de televisión ha plagado mis feeds con una insistencia que solo la ignorancia y la malicia pueden ostentar. Así es: es hora de que también arruinemos a Euphoria.

Creada y escrita por Sam Levinson, Euphoria es un drama adolescente que se estrenó en 2019 y actualmente es el segundo programa más visto de HBO, después de Game of Thrones. La protagonista, Rue (Zendaya), sirve de narradora en las desavenencias de su círculo de amigos.

El género de drama adolescente no es nuevo y como la comedia romántica y el thriller, se adapta a las tensiones y aspiraciones de la época en que fue creada. Es decir, este tipo de producciones inevitablemente se vuelven una period piece. Tenemos entornos y temáticas drásticamente diferentes en Saved by the Bell, Beverly Hills 90210, Dawson’s Creek, Gossip Girl, The O.C., Thirteen Reasons Why, Riverdale… (y aquí ni siquiera mencionamos las fusiones con fantasía, ciencia ficción o crimen). Euphoria es uno más en esta lista de los dramas adolescentes «realistas» y —la palabra que constantemente utilizan sus críticos y adherentes— «actuales».

Las narrativas de la adolescencia tienen un atractivo complicado. Es seguro decir que nadie en este planeta tuvo la adolescencia que anhelaba. Estábamos saturados de hormonas y desorientados por los mensajes estúpidos en la televisión. Queríamos ser tipos rudos y femme fatales. Nos llenábamos de añoranza frente al espejo, pellizcando lonjas, inflando el pecho y aplastando granitos. Odiábamos nuestros cuerpos, pero amábamos (o eso decíamos) a personas que nos rechazaban o lastimaban. Sabíamos absolutamente todo y resentíamos a los adultos que osaban insinuarnos lo contrario.

Habrá quién lo niegue, pero todos llevamos las cicatrices de esos días en nuestra identidad. Sostengo que la fascinación adulta con estas narrativas no es más que la examinación de nuestro presente con la ambigüedad e ignorancia que podemos atribuirle a nuestro pasado. Queremos encontrar qué nos rompió lo suficiente para que nuestra adultez aún se sienta confusa, vacía y hostil.

Euphoria inicia con una retrospectiva de la infancia dosmilera plagada por la ansiedad colectiva del mundo post-9/11 y la precaria condición psicológica de Rue. Diferente de los adolescentes en la vida real (que reportan la menor incidencia histórica de consumo de drogas y actividad sexual), los chicos de Euphoria manejan el sexo y las drogas con una presteza y experiencia que serían más creíbles en personajes adultos. Presiento que la decisión de hacerlos menores de edad radica en la incapacidad del público para reconciliar las conductas reprobables con la figura adulta. Es decir, a pesar de que podemos identificar adultos con problemas tan graves como la adicción o la violencia sexual, nos sentimos más cómodos pensando que esas dificultades se quedaron en un lugar inaccesible y necesariamente ignorante de la juventud. Esa noción catártica es también la que habilita que estas series sean perturbadamente gráficas en materia de violencia y sexo, de nuevo, con personajes que debemos ver como menores de edad.

Flota en redes sociales la estúpida noción de que esta serie, como sus predecesoras, es una herramienta de educación sentimental para comprender a la juventud de hoy. Aún recuerdo cuando Thirteen Reasons Why se maquillaba como una guía de prevención del suicidio, solo para convertirse en una glamorización de todos los problemas en la juventud norteamericana, utilizando el factor de shock como parte de su discurso de venta. De nuevo, nadie debería esperar un contenido educativo en una plataforma que está pensada para vender entretenimiento y que prioriza las decisiones creativas por encima de lo que realmente beneficia un discurso constructivo.

Las cosas como son: el entretenimiento es solo eso. Y si acaso quisieran crear un día un contenido que legítimamente evalúe y explore las dificultades de la adolescencia actual, quizá podrían contar la historia de una chica con depresión y ansiedad crónicas, presionada por una mala economía y un sistema educativo que no promete nada. Podrían mostrar su mejoría a través de la terapia y la medicación responsable, así como su creación de un sistema de soporte con amigos, mentores o familiares.

Pero claro, si no hay sexo pornográfico ni frenéticos flashbacks de sobredosis, ¿a quién realmente le interesa?

[Foto de portada: HBO MAX]

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