Entiendo que todo evoluciona de acuerdo con el contexto; sin embargo, me parece que en algunas circunstancias los cambios no necesariamente son lo mejor. Me refiero, por ejemplo, a la forma de ejercer el periodismo de algunos medios que se han adaptado muy bien a las redes sociales, pero no a los fundamentos del periodismo per se.
Y es que he notado con suma preocupación que en algunos casos muchos colegas se han convertido en «reporteros Twitter», por llamarlos de alguna forma, cuya fuente de información son las redes sociales y no las fuentes primarias, como debe ser.
Si bien es cierto que las redes se han convertido en fuentes de información importante —vaya si no—, también es cierto que se ha perdido la idea del reportero como testigo presencial de un hecho noticioso. Incluso, algunos radioperiódicos piden al público videos e información de los hechos que suceden en un determinado lugar.
En los canales de televisión también se habilitan números de WhatsApp para que las personas que sean testigos de hechos noticiosos envíen fotos, videos y demás; y ahora es a partir de ahí que se elaboran muchas noticias. Lo mismo pasa con muchos medios escritos.
Algunos podrán decir que todo esto no tiene nada de malo, más allá de que se pierda la presencia del reportero, el fotógrafo y/o el camarógrafo, entre otros, en el lugar de los hechos, demeritando y relegando su noble y —la mayoría de las veces— ingrata labor.
Leer al Gabriel García Márquez reportero fue una de mis experiencias más enriquecedoras con este autor. Me deleité con su forma de narrar acontecimientos importantes, como si se tratara de un video en tiempo real. Algo que escribió y nunca olvidaré es que algunos periodistas cuando encienden la grabadora apagan el cerebro, creyendo equivocadamente que el aparato —cuyo equivalente podrían ser ahora los teléfonos celulares— captaría todo lo que hablara la fuente. Pero ¿y el entorno? ¿Y la música de fondo? ¿Los cuadros o fotografías que el entrevistado tenía en su despacho o en su estudio?
Parte de nuestro oficio depende mucho de la interpretación de los hechos, de un estado emocional o del contexto en el que se desarrolla la noticia. Al escribir una noticia basándose solamente en un video o un par de fotografías la capacidad de los reporteros queda reducida a una mirada parcial de un hecho.
Las circunstancias que atraviesa un reportero en la calle van sumando experiencias inigualables y, sabiendo construir un relato, pueden convertirse en un interesante hecho noticioso. Recuerdo algunas anécdotas por las que atravesé reporteando con el genial y desaparecido fotógrafo, Rolando González. Una vez fuimos a entrevistar al embajador de Argentina en Guatemala. La secretaria nos pasó a la sala y se retiró luego de explicarnos que en breve aparecería el excelentísimo señor embajador. Quedamos solos un par de minutos, pero quienes aparecieron antes que el funcionario fueron sus dos perros rottweiler. Mi amigo tenía pánico a los perros y entró en shock, en cambio yo siempre he sido amigo de los perros, pero soy precavido. Así que cada moloso se ubicó detrás de cada uno de nosotros e hizo un chillido parecido a cuando un depredador captura su presa. Al final no fuimos devorados, ni nada por el estilo. Cuando arribó el embajador, dijo: «Ay, se salieron las nenas», y pidió que las llevaran a sus recintos.
Qué aburrida ha de ser la vida de un periodista desde la comodidad de su casa, copiando y pegando o, en el mejor de los casos, parafraseando fuentes, sin experimentar la adrenalina y sin tener anécdotas que contar.
Espero hablar más sobre este tema en mi próximo Pulpo zurdo.
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¿Quién es Francisco Alejandro Méndez?