Si en este momento se le preguntara a los guatemaltecos si la educación privada es superior a la pública, es incuestionable que la mayoría respondería de manera afirmativa. Nadie ignora que dentro de las escuelas públicas existen carencias de insumos esenciales, como por ejemplo, de escritorios en buen estado; sin embargo, endiosar la educación privada al compararla con la pública nos lleva a sostener falacias lamentables.
Una de las falacias más comunes (y alarmantes) al respecto es la creencia de que el alumno que asiste a un colegio privado es intelectual y moralmente superior a quien estudia en una escuela pública. He escuchado comentarios, incluso provenientes de maestros, que aseguran sentirse privilegiados por trabajar en un centro educativo privado, pues de esta manera se evitan la molestia de bregar con vándalos y con estudiantes llenos de “deficiencias” académicas.
Si bien es realmente complejo manejar grupos de estudiantes en institutos públicos de escasos recursos que viven en zonas de riesgo y que además son víctimas de maltrato físico, abuso sexual y explotación, en tanto sigamos fabricando estereotipos respecto a las posibilidades económicas de cada estudiante y mientras sigamos fomentando antagonismos sociales desde los escenarios educativos, iremos por muy mal camino.
Al hablar de antagonismos me refiero a que durante años los estudiantes de centros educativos privados han visto con desdén y menosprecio a aquellos que no cuentan con las mismas posibilidades económicas, prueba de ello es el acoso escolar que muchos alumnos sufren cuando dejan de estudiar en un establecimiento público para trasladarse a uno privado o viceversa.
En otras palabras, en nuestro país se fomentan conductas clasistas y discriminatorias desde las escuelas, colegios y universidades, y esto no nos llevará a ninguna parte. Al repetirle al alumno de un colegio privado que es “afortunado de no estudiar en una escuela pública”, no forjará en él ni un gramo de sensibilidad social ante los problemas que aquejan a los sectores más desfavorecidos. Por otro lado, tampoco es positivo fomentar resentimientos contra estudiantes con mejores posibilidades económicas.
No propongo que cerremos nuestros ojos ante la crisis educativa que por décadas ha mermado la calidad de la formación impartida en establecimientos públicos, pero tampoco sugeriría seguir endiosando erróneamente a la educación privada en función a las carencias de la pública, ni mucho menos creer que el alumno que estudia en un colegio privado es superior al resto.
Solo siendo objetivos nos daríamos cuenta de que sin importar las condiciones económicas y sociales, cualquier estudiante en Guatemala es susceptible a convertirse en miembro de pandillas o víctima de abusos (quizá unos más que otros, claro está), pero también que cualquier niño, niña o adolescente sin excepción merece una formación académica sólida que le permita ser autosuficiente en todo sentido al llegar a la edad adulta.
Considero que es responsabilidad de toda una sociedad erradicar estereotipos y luchar contra cualquier antagonismo social fomentado en el ámbito escolar. A partir de ahí podríamos empezar a visualizar un país diferente.
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¿Quién es María Alejandra Guzmán?
Excelente artículo 🙂
Muchas gracias Lybny, saludos.