Mientras escribo


Rubí_ Perfil Casi literalMientras escribo pasan cosas. Algunas buenas, otras trágicas. Son las seis y media de la tarde y frente a la morbosa fachada del Palacio Nacional que coronó la megalomanía de la dictadura ubiquista, un grupo de violinistas interpretan melodías de duelo. La razón la conocemos de sobra.

A propósito del motivo que lleva a los artistas y a otras personas a manifestar su repudio ante lo ocurrido, acepto que esta vez no tengo nada que aportar. No tengo autoridad moral para compartir mis apreciaciones al respecto de cualquier expresión artística, como suelo hacerlo cada quincena. Simplemente las palabras no salen, las ideas no se organizan en mi mente; me declaro incapaz y la derrota me pesa.

Quisiera escribir una perorata incisiva para pronunciarme, para maldecir a tantos con nombre y apellido, para trazar una línea de tiempo y señalar desde dónde y cuándo estamos mal como sociedad, para hacerme leer y así sentir que mi opinión vale la pena, para contarme entre esa multitud dolida y mutilada; pero no puedo. Esa piedra que empujamos hacia arriba todos los guatemaltecos es demasiado pesada y la parte que me toca cargar a mí me impide hoy escribir algo que valga la pena ser leído.

Mientras escribo esto —13 de marzo— se conmemora el Día Internacional de la No Violencia Contra la Niñez y Adolescencia. Irónicamente hoy por la mañana leí una nota al respecto publicada en Facebook. Detuve mi lectura cuando un niño de siete años se acercó a mí para ofrecerme galletas, dulces y una sonrisa menguada por la desnutrición y el frío. Sí, Guatemala es surreal a niveles indignantes.

Es de noche y las velas encendidas en honor a las 42 niñas asesinadas reflejan los rostros de personas que aún conservan la fuerza para batallar. Las veo en la televisión y quiero salir y unirme a ellos porque quizá ahí esté la resurrección de los ideales que he perdido de momento, pero no puedo evitar pensar también en que Manuel José Arce dijo que «si de algo puede acusarse a los políticos es del mayor de todos sus crímenes —y van tantos—, de haber asesinado el espíritu de la juventud». Entonces me derrumbo. ¿De qué sirven los ideales? Se lo preguntaba Arce, y yo tampoco tengo respuesta. Quizá no exista alguna y si existe la desconozco.

Escribo, borro, reescribo, guardo y de regreso. Nada satisface, nada es suficiente. Mientras escribo se festeja en la Catedral Metropolitana una misa en honor a los cuatro años del papado de Francisco. El matrimonio presidencial se hace notar en la primera fila. Mientras tecleo, la historia de mi país se sigue escribiendo con sangre… o con ceniza.

¿Quién es Rubí Véliz Catalán?

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