Aunque Clive Barker es reconocido como uno de los más importantes escritores de habla inglesa en el género del horror y la fantasía, lo conocí como a muchos de mis contemporáneos: a través de algunas películas que escribiera y dirigiera en las décadas del 80 y 90: Hellraiser, Razas de la noche o El señor de las ilusiones. Algunos de sus relatos sirvieron como base de otras películas como Candyman y El tren de la media noche. Y es precisamente en el campo literario donde a mi parecer ha logrado sus más relevantes logros, aunque también se ha convertido en un fenómeno mediático de la posmodernidad, polifacético y multidisciplinario.
Como resultado de su afición por la ilustración y la pintura, los personajes creados en sus obras han sido recreados ampliamente por otros artistas de la industria del cómic, llegando a ámbitos tan alejados de la literatura como los videojuegos.
La primera de sus películas fue Hellraiser, de 1987, inspirada en su libro titulado en inglés Hellbound Heart. En ella, sus protagonistas buscan exceder el límite posible las sensaciones humanas, logrando abrir literalmente las puertas del infierno por medio de una caja con forma de rompecabezas. Así, por intervención de unos seres infernales y sadomasoquistas que son invocados al abrir este portal, logran acceder a un mundo en donde el placer y el sufrimiento ya no tienen distinción.
En esta temática —o en el tratamiento de ella— radica el sello personal de Barker, o mejor dicho, su aporte a lo que el mismo Stephen King señala como la evolución del genero de horror al decir: «he visto el futuro del horror y su nombre es Clive Barker», al referirse a sus primeros tres Libros de sangre, de 1984. Esta compilación de relatos va más allá de lo que había sido el género del horror con Lovecraft o el mismo King. Barker genera una mezcla de relato de horror renovada con una inmersión en lo visceral. En sus primeros relatos se presenta el gore del cine B más excesivo: escenas de desmembramientos, baños de sangre y mutilaciones son parte de su narrativa.
Esta inmersión en el gore también va de la mano con la incorporación de la sexualidad. El erotismo crudo, que solía estar ausente en este tipo de literatura, con Barker se convierte en algo usual, examinando además temáticas y aspectos de la naturaleza humana que no habían sido tratados anteriormente por este género. En su relato En las colinas, las ciudades, la tensión entre una pareja gay que está vacacionando en Yugoslavia pasa a ser un simbolismo del conflicto entre individuo y sociedad al ocurrir un hecho singular: una costumbre antigua en la que dos pueblos vecinos formaran a dos gigantes hechos de cuerpos humanos vivos, los cuales se enfrentan a muerte.
Después de esta primera época prolífica de Barker, la de sus seis Libros de sangre, vendría otra en donde se enfocaría más en la literatura fantástica y otra posterior de silencio, llena de demandas, rupturas familiares, enfermedades y excesos.
En 2015 se publica The Scarlett Gospells (aún sin traducción al español) y en ella reaparece Pinhead, un personaje de Hellraiser. En esta novela Barker nuevamente lleva al lector por un viaje hacia el infierno y la capacidad de crear escenas grotescas se mantiene siempre fiel a su gusto por una literatura visceral, que por ratos llega a ser chocante hasta para el lector más experimentado.
Las reflexiones acerca de la naturaleza humana en esta etapa de la vida de Clive Barker siguen siendo vitales en su obra. En ella se vislumbra un mundo en donde lo único que es seguro desde un principio es la promesa de la muerte, y siendo fiel a esta visión, no queda más que resucitarlo de entre sus letras, adentrase en Pinhead, su personaje más famoso, y en el infierno mismo. Pues como el mismo Barker pone en boca de su demonio sadomasoquista: «No importa hacia dónde volteemos, estamos derrotados. Nuestra única herencia es la muerte, y nuestro único legado, el polvo».
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