El hombre totalmente reducido o, en
otra palabra, el superviviente, decía, no
es trágico sino cómico, porque carece
de destino. Por otra parte, vive con una
conciencia trágica del destino.
Imre Kértesz
Viendo el juego entre el Barça contra el Ajax en medio de un cuarto y recuerdo los grandes contrastes que posee este mundo cuando veo la pompa de tal espectáculo con un estadio lleno y la tranquilidad de estar en medio de este cuarto escribiendo estas palabras sin ninguna molestia alguna o alguna necesidad primaria, básica, de vida o muerte. Esto viene con las cualidades y la impronta que me presentaron la película argentina El Polaquito de Juan Carlos Desanzo: película excelente, genial en su hechura y fondo, dura, triste, espeluznante pero real. Eso creo que es lo peor, la realidad… El Polaquito es un niño de 13 años que vive en la calle, como tantos otros alrededor del mundo. Él se gana la vida, a una edad en donde como mínimo debería estar estudiante, cantando tangos del Polaco Goyeneche en los trenes de Buenos Aires en donde una mafia urbana —en connivencia con la policía para variar— que, entre tantas mentiras y sinsabores, les ofrece seguridad en donde cabe tiene a su cargo prostitutas, ladrones, etcétera. Para no hacerla larga El Polaquito intenta sacar a la Pelu, prostituta de quien se enamora, de esa mafia pero el destino y los tentáculos de los monstruos no lo permiten. Esta película es del año 2003 e inevitablemente me remite a Los olvidados de Luis Buñuel de 1950, ¡53 años antes! Para aquellos que no han visto ninguna de las dos, les cuento es que de la misma temática e, incluso, el título de esta de Buñuel creo que es el más acertado para el problema que ambas tratan, es decir esa gente olvidada, niños y niñas, hombres y mujeres, ancianos y ancianas que bien sea porque su voluntad así lo quiso —así es para muchos, ya adultos resignados ante cualquier otra posibilidad— o, más bien, el destino los obligó a dejarlos sin alternativa y empezar a vivir una vida como la vida misma los ayude… —niños y niñas en su mayoría—. Los olvidados son ese conglomerado de personas que ignoramos, que no deseamos ver, que ningún gobierno desea que veamos ni que vea cualquier visitante del país y que nosotros ciegamente acatamos y los empezamos a observar día con día como una peste que se extiende en países pobres, sobrepoblados, sin educación, sin instituciones capaces de solucionar nada. En fin, estas dos películas me traen el recuerdo de Piedras encantadas, novela de Rodrigo Rey Rosa en donde habla un poco del tema, pues la novela se centra en un secuestro, pero menciona la estructura de una mafia de «olvidados», aunque aquí, si mal no recuerdo, Rey Rosa criminaliza la estructura de la red Piedras encantadas, sin ver el trasfondo de lo que esto los conllevó a producir que, a mi parecer, demuestran estas dos películas que mencioné: las historias que nadie sabe, que desaparecemos la mínima existencia de nuestra memoria cuando nos encuentran las noticias de la tele o del periódico en un día cualquiera y que más o menos se esboza a medias tintas ya que es el inicio de otra historia, en El Pelele de El Señor Presidente. Kértesz habló de los sintecho y una manera de vivir en el aire, de la nada, del vacío terrorífico, pavoroso, terrible. Este mundo es triste o cómico por defecto dice Kértesz. Vivimos en medio de la violencia, la podredumbre y la muerte, nada es sorprendente y tanto es más fácil de ignorar y pronto a olvidar, aunque sean los mismos olvidados a quienes olvidaremos porque la vida misma nos lo exige hasta que vienen campañas neoliberales, ahorita me acordé, que nos hacen sentir tranquilos, felices de ayudar para todo aquel desahuciado: Mc día feliz, Techo para mi país, etcétera, etcétera.
Después de esto, me reencuentro con estas palabras de Magda Díaz y Morales, sorpresa interesantísima del mundo bloggero: “Parece que es difícil sobrevivir cuando se es un sobreviviente del mal existente en el mundo, cuando se sobrevive y se guarda un extremo dolor que no ofrece la opción de permitirse ser feliz, adonde duele hasta intentarlo”. Y después se me viene este poema:
Sentarme contento y
pararme contento creo
que es una incompostura
compuesta por felicidad ¿?
Esta es “la tierra de la incertidumbre y la duda generalizadas, un mudable infierno presidido por el dios miedo y donde la única ley moral que rige los destinos de los personajes es la atracción del abismo” dice Gustavo Guerrero en otro texto internáutico.
En fin, terminé, se acabó, ya no más, el mundo nos apabulla sin dejarnos sin sentido a menos que sobrevolemos y aguantemos golpe tras golpe de realidad aunque, en su mayoría no nos toque ni un pelo: un asalto si mucho o algo similar si bien nos va… Nosotros seguimos sentado expectantes de un suceso tras otro, un desalojo tras otro, una venta de nuestra patria tras otra, una privatización más, un mundo en ruinas más, etcétera:
Por supuesto que había montones de gente buena durmiendo en la calle. Y no eran idiotas, sólo que no encajaban dentro de la maquinaria necesaria en ese momento. Y esas necesidades cambiaban continuamente. El montaje era inflexible y si nos encontrábamos durmiendo en nuestra propia cama por la noche, y eso ya era una inapreciable victoria sobre las fuerzas.
Charles Bukowski en Pulp.
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