El pasado 14 de abril ―mientras los centroamericanos mirábamos el noticiero estelar o la película premium de la noche― 103-105 misiles se dirigían hacia Ghouta Orietal. La vieja alianza ―la OTAN― conformada por Estados Unidos, Reino Unido y Francia, esa que salió ilesa de la Segunda Guerra Mundial, activó un ataque que cuyo verdadero objetivo, hasta la fecha, no se sabe. El discurso oficial reza que fue a razón de un «castigo por el uso de armas químicas por los sirios», aunque la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) desmienta tal utilización. Rusia, en cambio, aseguró que se debe a «los éxitos de las fuerzas armadas sirias en la lucha por liberar su territorio del terrorismo internacional». Las aproximaciones del bombardeo según datos militares son 103-105 misiles lanzados de los cuales 71 fueron derribados por la defensa siria, dejando 3 heridos y ningún muerto. El ataque encabezado por Donald Trump, Emmanuel Macron y Theresa May es de carácter simbólico en cuanto que no funesto.
Es curioso que se registren en la zona del Medio Oriente ataques con un saldo mayor de muertes y no tengan expansión en demasía como el bombardeo ocurrido el 14 de abril. La mayoría de los centroamericanos no tenemos acceso a información depurada sobre los problemas del Medio Oriente y este es uno de los problemas que nos impiden valorar con argumentos la situación de Siria. Hemos creado una falsa y vergonzosa relación entre árabe-musulmán-islám-terrorista como producto de la información que nos viene de los risibles seudo-noticieros de las distintas redes sociales, canales como CNN, BBC, etcétera, alguno que otro medio escrito y, por supuesto, la cita famosa de la Biblia «Todo el reino de Siria dejará de existir, al igual que la ciudad de Damasco» que los buenos cristianos creen ciegamente y compartieron durante esta semana justificando los actos irracionales de Trump y sus aliados.
Cuatro días después del bombardeo a Siria, en Nicaragua un grupo de personas entre los que había estudiantes, docentes y empleados se tomaron las principales calles manifestándose en contra de la reforma al Instituto Nicaragüense del Seguro Social (INSS). Los escenarios de la confrontación entre manifestantes y agentes policiales son dignos para otra fotografía al estilo hombre molotov considerada una de las cien fotos más influyentes de todos los tiempos, capturada casualmente en Nicaragua durante los conflictos de 1979. Las protestas en tierras nicas dejan un saldo mayor de muertes en comparación al de Siria. ¿Por qué la crisis nicaragüense no reverbera en los medios informativos con el mismo estrépito que los ataques a Ghouta? Para los centroamericanos no nicaragüenses resultó más digna de recriminación la muerte de Avicii ―dj sueco, ocurrida el 20 de abril― que las protestas del pueblo nicaragüense frente a la represión del gobierno orteguista.
Pongamos las cosas en orden y llamemos pan al pan y vino al vino: el bombardeo a Siria y las manifestaciones nicaragüenses son dos fenómenos ubicados en las antípodas del entramado sistema político, económico y social en el que vivimos. El primero, es un problema del primer mundo en el cual participan las máximas potencias económicas Estados Unidos, Reino Unido y Francia por un lado y Rusia por el otro. Estamos ante las puertas, no de una Tercera Guerra Mundial sino ante una nueva Guerra Fría, razón por la cual considero que el ataque a Ghouta es de carácter simbólico. De este modo, los problemas del primer mundo llegan hasta el lugar más recóndito del globo. El segundo, las manifestaciones nicaragüenses son acciones que se vienen repitiendo en el transcurso de las últimas décadas, el pueblo alzándose ante un «gobierno de izquierda» tradicional, esa izquierda abnegada a los principios fomentados por un grupo de pensadores que existen únicamente en los libros de historia, una izquierda fingida, acomodada al poder y al ambiente suntuoso. De la misma manera, los problemas del tercer mundo son del tercer mundo, es decir, los europeos o estadounidenses no tienen por qué involucrarse en tales asuntos; son problemas locales que no salpicarán el globo. Por supuesto, no habrá otro hombre molotov eternizado en la cámara de una profesional estadounidense porque las manifestaciones con rocas, garrotes y llantas son cosa del pasado. Hay un salto cualitativo entre un garrote volando por los aires dirigidos a un agente y un misil volando por los cielos de Siria.
[Foto de portada: Jorge Mejía Peralta]
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