Buscando archivos de otros diarios me encontré con uno de la BBC, fechado el 12 de agosto de 2019. En el titular se lee: «Quién es Alejandro Giammattei, el exdirector de presidios que pasó por la cárcel y que logró la presidencia del país al cuarto intento». Es insólito pensar que Giammattei insistiera durante dieciséis años para ser presidente de Guatemala, pero lo más doloroso de todo esto es que esa espera no haya servido para nada.
Después de muchos años la llegada de Alejandro Giammattei al poder verdaderamente le trajo esperanza a mucha gente. Porque, aunque no lo quieran admitir, los guatemaltecos aun creen que el siguiente candidato «hará algo por el país». «La esperanza le pertenece a la vida», dijo Cortázar en Rayuela porque es algo que no podemos evitar. Sin embargo, esa esperanza duró muy poco cuando Alejandro Giammattei, ya en el poder, volvió a defraudar a la gente que aún se pregunta «¿dónde está el dinero?»
Qué triste esperar dieciséis años para defraudar a un país saqueado, maltratado y abusado. Qué triste que sigamos siendo el Tercer Mundo cuando, con todos los recursos que tenemos, podríamos ser el Primero. Desgraciadamente, Guatemala tiene una plaga que se llama corrupción y dicha plaga llegó para quedarse.
Solo es cuestión de ver la lamentable situación del Instituto Guatemalteco de Migración en la que los guatemaltecos deben esperar más de seis meses para obtener su pasaporte. Algo tan básico y elemental como un pasaporte solo tiene cuatro sedes en un país de 22 departamentos y casi 20 millones de habitantes. ¿Por qué no abrir una sede en cada departamento? Pero eso sí, para cobrar los US$50 que cuesta el pasaporte son los primeros en la fila.
Lo mismo pasa con la aduana. Traer un cargamento de cualquier país es un procedimiento engorroso, caro y estúpido porque, además de que cobran impuestos y aranceles hasta por el costo del envío del producto, revisan el cargamento y arruinan la mercancía. ¿Les harán lo mismo a los cargamentos con drogas o esos sí los dejan intactos?
Cualquier emprendedor en este país debe jinetear a la sarta de buitres que se la pasan en las aduanas poniendo trabas para que tu cargamento no te llegue. Eso de la mano de la SAT, claro, que es la entidad estatal más maldita que existe. Cualquiera diría que su trabajo es arruinar procesos y hacerlos más lentos de lo que pueden ser para que a todos nos vaya mal. De esa manera, un cargamento que llegó a Guatemala puede tardar semanas y hasta meses en salir de aduana y, si no tienes el dinero para sacarlo, perdiste tu negocio y a nadie le importa, mucho menos al gobierno.
¿Qué incentivos tiene el guatemalteco para sobrevivir en un país donde el gobierno lo quiere muerto?
Ir al interior de la República a través del vergonzoso «libramiento de Chimaltenango» y orando para que una montaña no te caiga encima mientras pasas es un acto casi heroico porque la carretera está despedazada. Miles de camiones con todo tipo de carga pasan por esa carretera todos los días y el gobierno ha sido incapaz de arreglarla. Recuerdo que era una niña cuando pusieron esa carretera de concreto que ahora tiene toboganes y cráteres. Sin embargo, el guatemalteco acostumbrado a que en su país todo sea malo pasa por ahí todos los días, sorteándosela a que no se le arruinen las llantas o la mercadería.
Así seguiría llenando páginas de páginas con todo lo que está mal y podría estar impecable. De todo lo que no tenemos fruto de la desidia, el egoísmo y el odio. Porque si crees que estamos mal porque somos pobres tendrías que analizarlo mejor. Estamos mal porque nuestros gobernantes esperan dieciséis años o más para llegar al poder y quedarse con el dinero de tus impuestos y que tanto te cuesta ganar.
Estamos mal porque un país que se sostiene de remesas, o sea, de personas que han arriesgado su vida y las de sus familiares para mandar ese dinero, tiene un gobierno incapaz de emitir pasaportes de una manera decente, dado que jamás van a crear los incentivos para que no te vayas en primer lugar. Y estamos mal porque cuando llegó la gringa Kabala nos pusimos de alfombra con un presidente que le leyó quimeras en un inglés rascuache, en lugar de decirle en castellano, claro y pelado, que la culpa de que los guatemaltecos migren a su país también es suya. Porque como diría Alexandria Ocasio-Cortez (de quien tampoco me fío): «No podemos ayudar a incendiar la casa de alguien y luego culparlo por huir».
Kamala Harris se fue de la región diciendo que su viaje «había sido un éxito» y que el mensaje de Do not come nos había quedado claro. Lo que Harris no sabe es que habló con el presidente de los frijoles, ese que nos tendrá mal hasta que deje el poder en unos años porque esperó dieciséis solo para robar y luego le dará el pase a otro igual o peor que él. Y así sucesivamente.
Foto de portada: Gobierno de Taiwán].
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