Ariel Barria: el maestro de una generación de escritores panameños


Lissete E. Lanuza Sáenz_ Casi literalMe ha costado mucho encontrar las palabras para hablar del escritor panameño Ariel Barria Alvarado, especialmente en este momento. No porque Ariel no se lo merezca como escritor y como persona, sino porque a veces el dolor te deja sin palabras. Hace un par de semanas nos dejó Ariel para siempre, pero en todos los que tuvimos el placer de conocerlo, de ser sus alumnos, el legado de Ariel Barria Alvarado permanecerá para siempre.

Escritores buenos hay muchos. Y vale la pena celebrarlos, no digo lo contrario. Pero grandes maestros en un arte tan mezquino y solitario como la escritura hay pocos. Ariel Barria Alvarado fue uno de ellos y todos los que lo conocieron lo recuerdan hoy no como el ganador de numerosos premios literarios —entre ellos varios Premios Miró, el mayor galardón literario de Panamá—, sino como el maestro que siempre tenía algo nuevo que enseñar.

Tuve el placer de conocerlo por primera vez hace muchos años ya. Yo era entonces la más joven en un Diplomado en Creación Literaria donde me sentía, a cada segundo, como si estuviera remando contra la corriente para tratar de acercarme al nivel de talento y experiencia de mis compañeros. Ariel era nuestro profesor de literatura panameña y comenzó la clase preguntándonos directamente qué escritores panameños habíamos leído. Yo, la mas lista siempre, esperé que terminara todo el mundo de admitir que no conocíamos a casi ningún escritor de los nuestros y le pregunté a Ariel qué libro me recomendaría él a mí si tuviera que escoger uno.

Receta para ser bonita y otros cuentos de Ernesto Endara, me dijo, y luego pausó, avergonzado, tratando de explicar que no lo decía porque yo fuera fea. Nunca olvidó esta anécdota, ni siquiera una década después, cuando ya él no me permitía llamarle profesor. Cada vez que lo veía tenía un libro nuevo para mi lista y entre todas las cosas que me enseñó puedo decir que la más importante fue que gracias a él empecé a amar y respetar la literatura de mi país, Panamá.

Y sí, Receta para ser bonita y otros cuentos sigue siendo uno de mis libros favoritos.

Sigo sin encontrar las palabras correctas. ¿Qué dice uno cuando se le va no un héroe, no un maestro, no un amigo, sino todas esas cosas a la vez en una misma persona? Me gusta pensar que Ariel sabía lo que significaba, no solo para mí, sino para una generación entera de escritores que siempre confiaron en él para mostrarles el camino.

El adiós es cruel. Gracias, Ariel, por enseñarme tanto. Gracias por tus libros, que vivirán para siempre, pero por encima de eso, gracias por ser maestro, guía y amigo de todos nosotros. En tu memoria seguiré recomendándole a todo el que me lo pida —y a veces hasta a los que no— esa Receta para ser bonita. Prometo reírme también, pero sin que me dé pena. Ya esa lección la aprendí bien.

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