Los etcéteras de Mauricio Orellana Suárez: lecciones de Perú e Inglaterra


Javier Stanziola_ Perfil Casi literalAsí corren los titulares de 2024:

15 de abril: Popularidad de [Dina] Boluarte cae al 7 por ciento, según encuesta

11 de mayo: Boluarte emite decreto supremo que clasifica la transexualidad y el travestismo como trastornos mentales

4 de mayo: Rishi Sunak enfrenta los peores resultados electorales para su partido en 40 años

15 de mayor: El gobierno de Sunak propone erradicar de los currículos escolares la existencia de las personas trans

O sea, no existe argumento lógico que mate lo que viene.

En Heterocity, Mauricio Orellana Suárez cita un revelador texto de Moritz Goldstein, refiriéndose al dilema germano-judío de principios del siglo XX: «Fácilmente podemos reducir a nuestros detractores al absurdo y mostrarles que su hostilidad carece de fundamento. Pero, ¿qué prueba eso? Que su odio es real. Una vez es superada toda opinión falsa acerca de nosotros quedará irrefutable la intolerancia».

Los «inmorales, ociosos, degenerados, enfermos, incapaces, abominables, asquerosos, etcétera» de Mauricio Orellana Suárez que insistimos en desmontar las falacias de nuestros detractores creemos que dejamos al descubierto la cruda y crujiente intolerancia. Pero los etcéteras nos equivocamos.

La medida peruana y la propuesta británica son claros ejemplos de cómo esta violencia se acumula y se sostiene por la imperiosa necesidad de comer poder. Como yo ya lo venía anticipando, la ola de odio hacia las personas trans también va dirigida al resto de las personas LGBTIQ+. El supremo decreto de Dina Boluarte —la dueña de relojes Rolex de US $14 mil dólares— incluye la orientación sexual egodistónica; o sea, a las personas homosexuales en lenguaje arcaico. Y sí, todo esto me remonta al origen de mi trauma de desarrollo, donde el mensaje abierto al gordito bello que yo fui a los 7 años era que estaba enfermo, que me atendiera con psicólogos, que matase esa movidita de manos tan inquietante.

Detrás de la conveniencia electoral, muchos políticos utilizan a los etcéteras como monedas de cambio, negándonos la oportunidad de vivir en nuestra autenticidad y dignidad. Este fenómeno no se limita a Perú e Inglaterra. Es una pandemia de prejuicio que se propaga de manera exponencial. La vacuna —que combina programas de televisión con personajes LGBTIQ+ limpitos y asexuales con leyes que promueven el muy conservador matrimonio igualitario— ha perdido su efecto vulnerario. La autenticidad sigue siendo un lujo limitado a quienes menos lo necesitan.

Los etcéteras estamos constantemente bajo escrutinio, obligados a proveer montañas lodosas de evidencia sobre la discriminación y el abuso que enfrentamos. Y constantemente nuestros reclamos son descartados, trivializados por aquellos en el poder. Ágiles políticos usan el miedo al cambio y al desafío a las normas tradicionales para aferrarse a los miles de dólares que reciben cada mes, y salen del bolsillo de las personas que atacan.

¿Cuál debe ser nuestra respuesta? Yo ya no sé. ¿Resignación? ¿Más movilización y la denuncia? ¿Debemos continuar levantando nuestra voz contra las injusticias, educando a nuestras comunidades y presionando a los gobiernos y a las instituciones educativas para que reflejen la diversidad y la realidad de todas las personas, sin excepción? Pero, ¿para qué ha servido todo eso hasta ahora?

Quién sabe si la solución sea una adaptación del gueto forzado que viven los personajes de Heterocity al verse atrapados en una discoteca gay. A lo mejor toca que los etcéteras voluntariamente nos mudemos a una isla desierta en medio del Pacífico y formemos un mundo donde la sexualidad humana sea celebrada, el poder sea compartido y los argumentos se nutran de arte y números.

O quizá —ya dándole valor místico a Mauricio Orellana Suárez— debo respirar y reflexionar mientras recito una línea de Heterocity que viene del mismo libro que a diario usan para matarme: «No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad». Amén.

[Foto de portada: Luis Iparraguirre/ Presidencia de Perú]

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