El fenómeno Jane Austen en el siglo de los intensos y las tóxicas


Gabriela Grajeda Arévalo_ perfil Casi literalLas palabras favoritas de la gente en esta época oscilan entre tóxico e intenso. Parece que existe una competencia por mostrar cada vez menos los sentimientos. Es como si la onda fuera dejar a alguien en visto, no saludar, no despedirse, no invitar y mucho menos amar. El que muestra interés resulta que es un «intenso» y la que dice abiertamente como se siente es una «tóxica». De esa forma los hombres más «fuertes» son aquellos que nunca llaman a la chica que les gusta porque no vaya a ser que crea que está interesado en ella.

Mostrarse vulnerable es ahora el peor estigma, la peor debilidad. Por ello nadie quiere comprometerse. Poco queda ya de aquel romanticismo derivado de la bendita pregunta: «¿Quieres ser mi novia?» y de las miradas fugaces o de las idas por un helado. Todo muere en aras de una libertad libertina que a ojos sociales es la felicidad plena.

Sin embargo, Jane Austen, la romántica escritora del siglo XIX, sigue vendiendo miles de ejemplares alrededor del mundo. Se estima que solamente en el Reino Unido se venden unos 50 mil ejemplares de su obra anuales, sin contar las descargas gratuitas. Orgullo y prejuicio, novela que en 2013 cumplió doscientos años, sigue siendo la novela más leída de la autora. En ella se muestra una historia de amor entre un joven adinerado y una muchacha cuyo padre es un hombre pobre y sin linaje. Pero es la forma en la que Mr. Darcy ama a Lizzy la que hace que la gente desfallezca por la novela.

De hecho, hay varios grupos en Facebook que tienen el nombre de la autora o de la mencionada novela. Uno de los más grandes que conozco tiene ciento cincuenta y ocho mil miembros. La mayoría son mujeres jóvenes que se la pasan posteando los libros de la autora, compartiendo citas, frases de las adaptaciones cinematográficas y odas al señor Darcy. Porque, a pesar de lo que se piensa, Darcy sigue siendo el modelo de hombre para muchas mujeres. Me refiero al galán refinado y atento que se interesa tanto por la señorita Bennett que no le importa mostrarse vulnerable por ella. El joven que le dice bajo la lluvia que la ama o que le manda una carta explicándole situaciones que no tiene por qué explicar.

Orgullo y prejuicio no solo muestra el proceso de amor entre dos personas en una época en la que la comunicación era muy difícil, sino la manera en la que se concebía el matrimonio, los modales, las reglas sociales y la mesura. ¿Por qué una novela que no tiene nada que ver con el accionar de los jóvenes del siglo XXI sigue siendo tan admirada y leída?

Es contrastante que el ideal de relación que la gente quiere en esta época —sin etiquetas, sin ataduras y sin siquiera amor— se nutra de arquetipos como los del Sr. Darcy, que representan todo lo contrario. Como si lo que simbolizara Darcy fuera precisamente un sueño que ya no existe en la vida real en donde la gente debe fingir, detrás de la fachada de la indiferencia, que no le importa el otro. Sin embargo, mientras leen aún tienen derecho de soñar con el apuesto caballero que lo deja todo por la persona que ama.

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